SORGIN

'bruja'

1. MAS LISTA QUE EL DIABLO

2. LA BRUJA DE SUMBILLA

3. LAS TRES OLAS

4. MARUJA MARICASTAD

5. GUARIN

6. LAS BRUJAS Y LOS JOROBADOS

7. SE TRANSFORMABA EN BURRO

8. EL BRUJO NOVATO

9. LA BRUJA LADRONA

10. LAS BRUJAS EXISTEN?

11. LOS RATONES

12. VIAJE A LA HABANA

13. DOMINIKA

14. LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

15. LA BRUJA DE SALCEDO

16. UN VASITO DE VINO

17. PERRITO LADRADOR

18. EL CURA DE GERRIKAITZ

19. LA BRUJA EN FORMA DE GALLINA

20. EL PUENTE INACABADO

21. LA JOVEN SOBRE UN CABALLO BLANCO

22. BRUJA COMPAÑERA DE CAMINO

23. LA BRUJA EN FORMA DE ASNO

24. LA BRUJA QUE ROBABA

25. LA BRUJA Y SU MARIDO

26. EN FORMA DE CABALLO

27. BRUJA AGRADECIDA

28. EL CRIADO Y EL AKELARRE

29. LA BRUJA Y EL GATO

30. LA BRUJA EN FORMA DE GATO

31. LAS BRUJAS BEBEDORAS DE VINO

32. EVITAR QUE ENTREN EN CASA

33. METAMORFOSEADA EN VIENTO

34. LE QUEMAN LA CARA

35. LA BRUJA Y EL CARBONERO

36. UN HOMBRE-GATO Y EL LIBRO

37. EL HOMBRE HILADOR

38. ROBABAN LAS CRIATURAS RECIÉN NACIDAS

39. EL CHICO, LA BRUJA Y EL MOLINERO

40. BRUJA VESTIDA DE FRAILE

41. EN LA FUENTE DE EDAR ITURRI

42. BRUJA TRANSFORMADA EN OVEJA

43. LOS APUROS DE MARTIN MOTELA

44. METAMORFOSEADAS EN CERDO

45. LA BRUJA TONTORGORRI

46. EN FORMA DE BUEYES ROJOS

47. CASTIGO A UNA BRUJA QUE ROBABA

47. CASTIGO A UNA BRUJA QUE ROBABA

1. LA BRUJA QUE ERA MAS LISTA QUE EL DIABLO

Viéndose en un trance muy apurado, por las deudas que tenía, un hombre vendió su alma al Diablo. Este le puso la condición de que si en el plazo de un año no averiguaba la edad del Diablo, había de entregarle su alma: ambos quedaron conformes.

Terminaba el plazo señalado y el deudor se veía apurado, porque no podía eludir su promesa, cuando de pronto se encontró con una bruja y contándole su angustia, ella le dijo que no tuviera cuidado, pues le daría un remedio, que era el siguiente. No tenía mas que proveerle de una libra de miel y un cesto lleno de plumas de gallina. Encontrándose con el Diablo, hizo ademán de sacudirse, soltó la cabellera, inclinándose y mirando entre las piernas del Diablo, procuró espantarlo, lo cual consiguió, pues este dijo:

-Ciento cincuenta años llevo ya en este mundo y nunca ví cosa parecida Diciendo esto, enfermó el Diablo.

Fue a visitarle el deudor;éste le dijo:

-¿Has averiguado mi edad?

-Creo que sí,tienes ciento cincuenta años

-Alguno mas hábil que tu has tenido que te lo contara sino no lo hubieras adivinado..

2. LA BRUJA DE SUMBILLA

Según cuentan en Vera de Bidasoa, había en Sumbilla una guapa muchacha que tenía un caballo en su casa. La familia veía todas las mañanas con sorpresa, que el caballo se encontraba cansado y sudoroso.

Una noche se pusieron a vigilar, viendo al cabo de poco tiempo por el ojo de la cerradura, salir a la muchacha montada en el caballo a todo galope por el campo.

Visto esto, los familiares consultaron el hecho con un cura del pueblo, éste les dijo, que en las noches siguientes tapasen la cerradura y que pusieran una vela bendecida. Así lo hicieron, tapando el agujero de la cerradura con una tabla, para que no pudieran salir ni la muchacha ni el caballo durante la noche.

Según dicen, que cuando pasaron unos años, la joven se estaba muriendo, dicen que extendía la mano para que alguien la cogiese y así poder transmitir todo su poder de brujería, pero ésta murió sin que nadie le diera la mano.

Esta leyenda se cuenta en muchos lugares de la Euskalerria. Unos dicen que la joven murió y otros que se salvó porque el cura le libró de la brujería con los Libros Sagrados..

3. LAS TRES OLAS

En Bermeo vivía una bruja que siempre quería quedarse con lo que no era suyo. Un día, Matxin, un pescador, volvía de la pesca y traía consigo una hermosa cesta llena de anchoas que aún coleaban. La bruja le salió al encuentro. —Hola, Matxin —le saludó—, buena pesca traes hoy... —Sí, no esta mal del todo. La faena ha sido dura, pero el resultado ha sido bueno — dijo el pescador.

Ya iba a marcharse, pues no le gustaba que lo viesen hablando con la bruja, cuando ésta le dijo:

—¡Oye! ¿Porqué no me regalas esas anchoas? —Pero, ¿qué dices? —respondió Matxin muy enfadado—. ¡Estás loca! ¡Aparta de mi camino, vieja desdentada!

Diciendo esto, el joven la apartó de un empujón y continuó su camino. La bruja no podía ocultar su rabia.

—¡Maldito seas, Matxin! ¡Me las pagarás! ¡Me las pagarás! —gritó, levantando el puño.

Después, la bruja fue en busca de su hija y de una amiga, también brujas las dos. —¡Oídme bien! —les dijo—. Matxin, el pescador, no ha querido darme su cesta de anchoas. Además, me ha llamado vieja desdentada, ¡y eso no se lo perdono! Mañana, cuando salga a la mar, lo estaremos esperando. Nos convertiremos en tres olas gigantes. La primera le preocupará, la segunda le asustará y la tercera..., ¡la tercera le hundirá!

Y las tres se dirigieron a la playa. Nada hubiese podido salvar al pobre Matxin si Takio, un chaval vecino del pescador, no lo hubiese oído todo y hubiese ido a contárselo a su amigo. Matxin se quedó un poco preocupado, no era buena noticia estar a malas con una bruja tan poderosa que podía convertirse en ola... A pesar de todo, decidió salir a la mar y prepararse para el ataque.

Al día siguiente, como de costumbre, preparó las redes y salió a navegar acompañado por el joven Takio, que había insistido en ir con él.

Llevaban navegando un buen rato cuando vieron venir hacia ellos una enorme ola. —¡He aquí la primera! —exclamó Matxin. La ola llegó y levantó la barca muy alto, muy alto.

Al poco, apareció la segunda ola. —¡He aquí la segunda! —gritó Matxin—. ¡Agárrate bien, Takio, que ésta nos va a hacer bailar!

En efecto, la segunda ola era aún más grande que la primera e hizo inclinarse la barca hacia la derecha y luego hacia la izquierda, de tal forma que parecía que iba a zozobrar en cualquier momento. Pero también pasó la segunda ola.

Finalmente, vieron, a lo lejos, la tercera ola. Era enorme, mucho más grande que las anteriores, negra y amenazadora.

—¡Y aquí está la tercera! ¡Prepárate, Matxin —se dijo el pescador a sí mismo—, porque, si te equivocas, estarás perdido!

Matxin asió un arpón y se preparó para la embestida. Cuando todo indicaba que la enorme ola iba a tragarse la barca y a sus ocupantes, el pescador lanzó con todas sus fuerzas el arpón al corazón de la ola, al centro. Se oyó un grito terrible, la ola se volvió roja y desapareció sin llegar a zarandear la barca.

Matxin y Takio se abrazaron con alegría y regresaron a puerto, sin haber pescado nada pero contentos de estar sanos y salvos.

Al día siguiente, todos se preguntaban qué es lo que le habría pasado a aquella mujer tan rara, con fama de bruja, que había desaparecido y cuya toquilla había sido encontrada en la playa. Nadie se atrevió a preguntarles nada a la hija y a la amiga que, vestidas de negro, no hacían más que llorar a la orilla del mar.

Por eso, los marineros de Bermeo siempre recuerdan esta historia, y llaman a las tres olas que siempre aparecen juntas “las tres Marías”.

JM Barandiaran

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria

4. MARUJA MARICASTAD

Aquel viernes era un gran día para Mari Miguel, una adolescente de cierto pueblecito a orillas de la ría de Gernika, y lo era porque esa noche, en el akelarre de Berdelanda, iba a ser proclamada bruja.

Todo comenzó cuando años atrás, una tía suya la despertó una madrugada, cuando estaba durmiendo es su cama, y le susurro al oído:

- ¡Anda, levántate y vente conmigo, que esta noche nos vamos a divertir muchísimo!

Y, sin más, se cargó a la pequeña sobre su espalda y salió volando por la ventana de la alcoba. Cruzaron sobre valles, montes y pueblos y, aunque era invierno y sólo llevaba una camisa de dormir, la sorprendida y admirada Mari Miguel no sintió el menor frío.

Llegaron a un lugar desconocido, una campa en la que no había árboles, salvo un espino verde muy grande, y allí deposito la tía suavemente a su sobrina en el suelo, junto a otras niñas y niños de su misma edad, le tendió una varita de mimbre y le ordenó:

- ¡Anda, pequeña, estate aquí con estos niños cuidando ese rebaño de sapos, hasta que yo vuelva a recogerte!

Mari Miguel nada opuso. Tomó el mimbre y se sentó sobre la hierba, junto a otros pequeñuelos que, en efecto, parecían cuidar un puñado de sapos, que mantenían agrupados empujándolos cada uno de ellos con su correspondiente mimbre. Luego se dedicó a observar, con los ojos abiertos, pero sobre todo jovencitas, aunque también a algunos hombres, alrededor de una silla en la que estaba sentado un personaje horrible, en parte con figura de hombre, en parte con aspecto de macho cabrío. Este individuo, al que todos llamaban Gran Diablo, tenía tres cuernos sobre su frente, dos grandes y uno más pequeño en medio, y con éste más pequeño alumbraba toda la reunión con una luz desconocida y un tanto mortecina

Las congregadas y congredados, uno detrás de otro, principiaron por besarle la mano al horroroso diablo, para acto seguido, depositarle otro beso en su negro y sucio trasero. Luego, cuando todos hubieron terminado de besar, se pusieron a bailar en un gran corro alrededor de él, al son de un tamboril, y mientras bailaban se iban quitando todas las prendas que llevaban, hasta quedarse completamente en cueros.

También observó Mari Miguel que, tras el baile, los congregados prepararon unas mesas grandes y se sentaron a comer con ella, lanzando repetidos gestos de admiración por lo delicioso que encontraban aquellos manjares. Pero, la pequeña todavía no lo sabía, tales manjares estaban compuestos de pan negro y carne podrida por unas brujas muertas, que previamente habían desenterrado de sus sepulturas para aquel festín.

Después del banquete, las brujas jóvenes fueron obligadas por el Gran Diablo a hacer reniego, que consistía en repetirle a éste cosas como:

- Reniego de Dios Nuestro Señor y de su Santísimo Sacramento; y de la Virgen Santamaría, Nuestra Señora; y de los demás santos y santas del cielo; y de los sacramentos del bautismo que recibí; y de los padrinos que en él tuve; y de los padres que me engendraron; y prometo adorarte sólo a ti y tenerte por único y verdadero dios, pues sólo tú has de salvarme y darme riquezas.

Concluido el reniego, el Gran Diablo extendió su larga mano, terminada en cinco afiladas garras, y con una de ellas fue marcando a las brujas, a unas en el hombro izquierdo y, a otras en la cabeza, con una pequeña señal que era como un sello, y por las que las hacía suyas. A la vez que las marcaba, el diablo les iba diciendo:

- Ve y haz todo el mal que puedas, y la próxima vez, tráete contigo alguna criatura. Y no entres nunca más en la iglesia, ni reces, ni te santigües, y haz siempre lo que yo te ordene. Y, si por disimulo, o por no delatarte, has de entrar en la iglesia, no tomes agua bendita ni mires derecho al altar. Y si te piden que lleves agua bendita a tú casa, no lo

hagas, sino tómala del primer charco o pozo que encuentres. Y no olvides volver aquí cada noche del lunes, miércoles y viernes.

Seguidamente, a cada una de las nuevas brujas el Gran Diablo les presentó un diablo menor, que dijo que cuidaría de ellas y serían en adelante su marido, y que, abrazándolas con gran confianza, las persuadieron para que tuviesen relaciones sexuales con ellos. Algunas se resistieron al principio, pero otras, y a pesar de su corta edad, no dudaron en entregarse a los caprichos de su nuevo amo, allí mismo y sin la menor vergüenza.

También fornicaron sin el menor reparo las brujas más antiguas, y cuando se cansaron se dispusieron a dar por terminada la reunión. Pero, antes, el Gran Diablo y las brujas más viejas repartieron unos polvos y unas ollas con ungüentos, que todo el mundo se apresuró a recoger como auténticos tesoros.

Tras esto, la tía de Mari Miguel se acercó a su sobrina, la montó nuevamente sobre su espalda y echó a volar por los aires. Pero, a diferencia de a la venida, ahora voló muy bajo, sobre los árboles y sembrados, arrojado los polvo que le habían dado el demonio.

-¡Verás como se pudre todo!- le decía muy contenta a su sobrina, cada vez que lanzaba el veneno-. ¡Verás como se arruinan las cosechas y frutales!

Finalmente, tía y sobrina llegaron a sus casas, y Mari Miguel volvió a encontrase en su cama. Pero esa noche ya no pudo dormir, pensado en todo lo que había visto y oído poco antes. El vuelo se repitió dos noches después y muchas y muchas noches más, durante varios años. Al principio acudía al akelarre a espaldas de su tía, pero luego, al ser más mayorcita, la propia tía le enseñó a untarse con el ungüento que el diablo le daba, y volaba sola. El extraño ungüento, que las brujas mayores guardaban como oro en paño, había que untárselo, sobre todo en los pechos, espalda y muñecas, pero algunas incluso se untaban con él las partes más secretas de su cuerpo, afirmando que aquello les

proporcionaba mucho gusto y placer.

Y, según fue transcurriendo el tiempo, a Mari Miguel también le llegó la hora de hacer el reniego, de convertirse en auténtica bruja y de recibir un diablo por marido, un diablo que le haría suya aquella misma noche, aquel viernes. Pero, para que eso sucediese, también ella habría de llevar consigo a akelarre a alguna criatura. Por eso, al borde de la madrugada, se acercó muy discretamente hasta la cama de su hermanito de seis años, lo cogió en brazos, se lo echo a la espalda y salió volando para el akelarre.

El niño, que dormía como un tronco, no se despertó hasta llegar a Berdelanda y encontrarse en el suelo, sentado junto a otros niños, con una varilla de mimbre en la mano. Pero, a diferencia de Mari Miguel en idéntica circunstancia, al verse ante tanto sapo su hermanito se puso a llorar como loco, y no cesó en su llanto mientras duró aquella reunión de brujas.

También hoy las brujas y sus compinches besaron la mano y el culo al Gran Diablo, y bailaron después en corro al son del tamboril, y se desnudaron hasta quedarse en cueros, y comieron pan negro y carne de brujas muertas. También hoy las nuevas brujas, entre ellas Mari Miguel, renegaron de todo lo renegable y se autoproclamaron siervas del diablo.

También hoy el diablo las marcó en la cabeza o en el hombro izquierdo, y luego les dio un diablo por marido. También hoy los diablos persuadieron a los jóvenes brujas para que fornicasen con ellos, y Mari Miguel, que todavía era doncella, no dudó ni un instante en entregarse al suyo allí mismo, a la vista de todos y sin ningún pudor. Pero hoy, a diferencia de otras noches, iba suceder algo insólito.

Y es que de pronto, justo cuando Mari Miguel había sido deshonrada por su diablo, un fuerte resplandor iluminó exageradamente la explanada de Berdelanda, sobresaltando a todo los presentes. Se trataba de una luz diáfana, que emanaba de una figura femenina de gran belleza, una señora que se encaminó directamente, con andar majestuoso, hacía el grupo de niños y niñas que cuidaban los sapos, algunos de los cuales lloraba sin cesar, como es el caso del hermanito de Mari Miguel. Al verla, brujas y diablos se apartaron temerosos, sin atreverse a pronunciar palabra alguna, mientras la recién llegada, en la que todos reconocieron a la Virgen del Rosario, les decía dulcemente a los pequeños:

- ¡Ángeles míos! ¡No creáis lo que ese malvado diablo os dice, que sólo busca vuestra perdición! ¡No tengáis miedo, y en cuanto lleguéis a vuestras casas, contad a vuestros padres cuanto aquí sucede! ¡Sólo así conseguiréis ir al Cielo!

La bella señora nada añadió, sino que, tras sonreírles maternalmente a los pequeños, dio media vuelta sobre sí misma y se marchó por donde había venido. Entonces sí, una vez que hubo desaparecido la inesperada visitante, el Gran Diablo, con toda la fanfarronería del mundo, se atrevió a decirle a las congregadas y congregados:

- No creáis a esa Maruja Marimascad que anda por condenaros, que yo soy el verdadero dios y el que os ha de salvar.

Pero esa noche se había aguado la fiesta. Por eso, las brujas recogieron prontamente sus ponzoñas y ungüentos, y se apresuraron a regresar a sus hogares con un mal sabor de boca. También parecía contrariado el Gran Diablo al despedirlas, y lo mismo les sucedía a los diablos menores.

Mari Miguel cogió a su hermanito, lo puso sobre su espalda y también echo a volar. Sí que, como le había enseñado su tía, de camino se fue entreteniendo en arrojar los polvos venenosos sobre los campos de cultivo y árboles frutales. Sí que repitió al pequeño. Con falsa alegría, las palabras de su mentora: “¡Verás como se pudre todo! ¡Verás como se arruinan todas las cosechas y los frutales!” Sí que dejo al niño en su cama, como si nada hubiera pasado... Pero esa noche sentía su ánimo corroído por una

inquietud, una inquietud que ya no le permitió dormir las pocas horas que de la noche quedaban, una inquietud que no era en absoluto infundada.

¡No señor! Porque, en cuanto a la mañana siguiente el hermanito saltó de la cama, y, por cierto, contra todo pronóstico, fue el primero en hacerlo de toda la familia, corrió a la habitación de sus padres y refirió a éstos de un tirón, con pelos y señales, todo cuanto aquella noche había acontecido en el akelarre. ¡Todo!

Ya no volvió a haber más akelarres en Berdelanda, ni uno sólo. Pues los padres de Mari Miguel se apresuraron a denunciar el caso a las autoridades, y las autoridades pusieron cartas en el asunto, metiendo en la cárcel a todo el mundo. También a Mari Miguel y a la tía de ésta.

Luego hubo un sonado proceso en el Señorio de Bizkaia, un proceso muy largo y costoso, que trajo mucho sufrimiento a las numerosas personas que se vieron implicadas en él.

Sorgiñas. Leyendas vascas de brujas.

Editorial Los Libros del “Cuentamiedos” Iruña, 2004

5. Guarin

Un padre caballero tenía tres hijas. Era el magnate de la Corte y con frecuencia tenía que presentarse en palacio. El rey, teniendo idea de armar nuevos caballeros, le preguntó a ese padre:

-¿Que familia tiene usted?

-Señor, tres hijas.

-¿Algun hijo?

-Uno, un gentil muchacho que se llama Guarin.

Al oir esto, la reina (de la que decían que era bruja o medio bruja) le dijo al rey al oido:

-Ese no tiene hijo.

Envió el rey al caballero a su casa en busca del hijo. Apurado iba él, cuanto mas cerca de casa, tanto mas apurado. Al llegar a casa, la primera a quien vio fue la hija mayor.

-¿Que le pasa, padre, para estar tan triste?

-¿Que que tengo? He dicho al rey que tengo hijo. El me ha replicado que se lo presente, y estoy apurado.

Cuando, al hacer la misma pregunta la segunda hija, contesto el padre lo mismo que a la mayor:

-Mejorque decir eso, ¿no hubiera sido, padre, que nos trajera un buen novio a cada una?

Al tener noticia la tercera hija de la ansiedad del padre,

-No se apure, padre-le dijo-. Yo me presentare al rey disfrazada de muchacho.

Se van ambos, padre e hija, a caballo, adelante y adelante. Cuando llegaron a palacio y se presentaron al rey, llamando este a la esposa,

-He aquí a Guarin-le dijo-, aunque tu digas que no.

-¿Ese Guarin? Esa es mujer. Envíala a aquel extenso prado.

Habia en aquel prado lino a un lado, hierba al otro. La reina bruja se decia entre si,

"Por lo mismo que es mujer, no querra pisar el lino."

Le comunicó despues esta idea al esposo.

A Guarin, o al tenido por tal, se le apareció la Madre Virgen cuando iba al prado y le dijo:

-Vete al linar.

El jinete andaba al galope en el linar.

-Mira ahí-le dijo el rey a la esposa-, anda en el linar, es muchacho.

-Que no, hombre, que no. Dile ahora que venga hacía aca y que prepare nuevamente el caballo. Tu lo veras. Por ser mujer, arreglara el caballo dentro de la cuadra. Si fuera muchacho, lo haría fuera.

Entonces llamando el rey al jinete, le dijo,

-Ve, Guarin, ve a poner al caballo nuevas correas.

Cuando iba hacía la cuadra le salió nuevamente la Virgen y le dijo al oído lo que debía hacer. Guarin entró en la cuadra en busca de las correas y con ellas preparó al caballo fuera.

-¿Lo ves?-repunto el rey a la esposa.- Es muchacho.

-No es muchacho, sino muchacha. Para saber si es o no lo es, envíala a la fuente con el botijo. Si trae agua, es muchacho; de lo contrario, no.

Cuando iba hacía la fuente con el botijo en la mano, la Virgen le dió este consejo al supuesto muchacho,

-En el pozo que hay junto a la fuente veras una culebra con los ojos abiertos, pero dormida. Toma en la mano este mimbre. Con él atarás bien esa alimana en la parte trasera del caballo y después de llenar bien el botijo ven a palaeio.

Sucedió esto. Al venir hacia palacio, la culebra, que venía encima del caballo, soltó una carcajada, al poco tiempo otra y otra algo mas tarde. El del botijo oyó, aturdido, estas risotadas. Apareciendo nuevamente la Virgen le dijo,

-Cuando llegues a la presencia del rey pregunta tu a la culebra la causa de esas carcajadas.

Para entonces estaban en palacio, en el balcón mas espacioso, el rey, la reina y muchos cortesanos. Al llegar allí pidió Guarin al rey permiso para hablar y, obtenido, dijo a la culebra,

-Culebra- ¿por que has hecho esas tres carcajadas?

-La primera porque he visto el tejado del palacio dc mi señora madre. La segunda, cuando he visto a mi señora madre junto al rey, su esposo, siendo dueña de todas las llaves. La tercera, porque una doncella como usted (esto decía por la Virgen Maria) me ha derrotado.

Al saber el rey a quién tenía por esposa, hizo encender un gran fuego en la misma plaza delante del palacio e hizo tostar allí a la esposa bruja. Luego, sabiendo quien era Guarin, el rey se casó con ella.

Oido en Lekeitio de labios de Dolores Echebarría.

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6. Las Brujas y los jorobados

En Iparralde existía una gran creencia en la brujería, las brujas y los hechiceros. En el siglo XVII, el inquisidor Pierre de Lancre persiguió incansablemente a los sospechosos de brujería, y fueron muchos los que murieron en prisiones y en hogueras. Según cuenta J. M. de Barandiaran, en Sara, las brujas se reúnen de noche fuera del pueblo y bailan al son del ttunttun o tamboril, sin txistu ni xirula, mientras gritan: “Etxean zahar, kanpoan gazte” (En casa, viejo; en la calle, joven).

Los habitantes del barrio de Alkerdi, en Urdax, eran tenidos por brujos, y también los de Arrankoitz, así como los habitantes de Eihalarre, en el valle de Carazi, a los que se llamaba akelartarrak, según cuenta R. Mª de Azkue. Lugares famosos de aquelarres en Iparralde son: Artegaña en Alzai, Arlegiko Kurutzi y el prado de Sohuta, cerca de Maule.

En tiempos pasados, vivía en Urdax de Lapurdi una vieja bruja que asistía, como era su obligación, a los aquelarres los viernes por la noche.

Esta bruja tenía como vecinos a dos hermanos, solterones y además jorobados, que sospechaban de ella y la vigilaban con mucha atención. Un día, uno de los dos hermanos llamó a la puerta de la vieja y le dijo:

—Me gustaría acompañarte un día a la reunión.

La vieja se hizo la sorprendida.

—¿A la reunión? ¿A qué reunión? ¡No sé de qué me hablas!

Pero el hombre tanto insistió que, finalmente, la bruja le confesó que, en efecto, ella era lo que ellos sospechaban y que asistía todos los viernes al aquelarre. Decidieron, pues, ir juntos al próximo, pero, antes, la bruja le hizo una recomendación.

—¡Fíjate bien! —le dijo—. El presidente de la reunión nos hará a cada uno decir los días de la semana, y hay que decirlos de la siguiente manera: lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. Nunca menciones el domingo, ¿de acuerdo?

El vecino jorobado estuvo de acuerdo, y el viernes siguiente acompañó a la bruja al aquelarre.

Había allí cientos de brujas y brujos y, en medio de todos ellos, se encontraba el presidente de la reunión con un gran libro debajo del brazo, a quien rápidamente le llevaron un sillón de color rojo para que se sentara. Todos los presentes iban pasando y, después de besar el libro, decían los días de la semana.

Al llegarle el turno al jorobado, éste besó el libro y recitó los días de la semana de carrerilla.

—Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.

El presidente de la reunión se levantó de su asiento muy enojado.

—¿Quién ha hablado de domingo? —preguntó.

—Señor, ha sido este jorobado —dijeron los demás.

—Pues que le quiten la joroba de la espalda.

Y así se hizo. El hombre volvió a su casa, encantado de no tener ya joroba. Su hermano, que lo estaba esperando, le preguntó sorprendido:

—¡Oye! ¿Cómo lo has hecho?

El otro le contó lo que había ocurrido y le animó a que él también probara suerte.

Así pues, el segundo hermano fue a casa de su vecina, la bruja, y le pidió que también lo llevara al aquelarre.

—Lo haré, pero prométeme que no mencionarás el domingo —le dijo—. Tu hermano también lo prometió, pero no cumplió su promesa.

—Puedes confiar en mí —respondió él—, yo sí que la cumpliré.

Llegado el viernes, fueron los dos al aquelarre. El hombre pudo comprobar que todo ocurría como se lo había contado su hermano y, cuando le llegó a él el turno de recitar los días de la semana, dijo:

—Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.

El presidente de la reunión se levantó de su silla, más enfadado que nunca.

—¿Quién ha hablado de domingo?

—Señor, ha sido este jorobado —respondieron los demás.

—Una vez, vale —continuó el presidente—; pero dos son demasiadas. ¡Que le pongan a éste la joroba del otro!

Y el pobre hombre regresó a su casa con dos jorobas que ya no se pudo quitar, porque su vecina, la bruja, desapareció y no pudo llevarle de nuevo al aquelarre.

Toti Martínez de Lezea. LEYENDAS DE EUSKAL HERRIA

7. La bruja que se transformaba en burro

Antón el sacristán de Ataun acudió a Ordizia en cierta ocasión.

Por la noche, de vuelta, en el entorno de Umarki le salió un burro que caminaba delante de él.

Antón el sacristán quería subir al burro, y lo hizo.

Cuando llegaron al paraje de Urkuola el burro se dirigía hacia Urkuola y el sacristán, por el contrario, quería continuar hacia arriba.

No podía aguantar más la actitud del burro y le clavó un cuchillo en el lomo.

El burro se escondió en Urkuola con cuchillo y todo y el sacristán siguió a pie hasta su casa.

Enseguida acudió el vicario diciendo que debían ir a Urkuola a dar los últimos sacramentos.

Vicario y sacristán partieron hacia Urkuola. Había una anciana enferma.

Cuando vio al sacristán la enferma se giró hacia el otro lado y no quiso confesarse.

Al final vicario y sacristán salieron de allí sin dar los últimos sacramentos.

De camino a casa el sacristán contó al vicario lo que le había sucedido anteriormente cerca de Urkuola.

Entonces el vicario comprendió por qué la enferma no había querido ver al sacristán y qué enfermedad tenía y regresó de nuevo a Urkuola; pero solo. Y entonces aquella mujer se confesó y luego murió.

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8. EL BRUJO NOVATO

Casi siempre son las mujeres brujas las protagonistas de las leyendas vascas. Aunque también existen hombres brujos, apenas se les menciona y, cuando esto sucede, también se les denomina con el nombre de sorgin, aunque en algunos casos se les llama intxixuak. En los aquelarres, eran los brujos quienes se encargaban de tocar el tamboril y el txistu para que las brujas bailaran.

Para saber si una persona es o no bruja basta con comprobar si tienen lunares en el cuerpo o en el blanco del ojo (lunar conocido como la “marca del sapo”) o si puede doblar el pulgar hacia atrás hasta tocar la muñeca de la misma mano. Sobre la base de pruebas como éstas y otras parecidas muchos vascos fueron perseguidos, encarcelados y ajusticiados por los inquisidores españoles y franceses bajo la acusación de brujería.

El siguiente relato ha sido recogido por J. M. de Barandiaran en su «El mundo en la mente popular vasca».


En Kortezubi, en Bizkaia, vivían una mujer y su hija con un criado que les ayudaba en las tareas del caserío.

Todos los viernes por la noche, las dos mujeres se ponían sus mejores vestidos, se peinaban cuidadosamente y salían de la casa, a la que no volvían hasta bien entrada la madrugada.

El criado sentía mucha curiosidad por saber adonde iban; así, un viernes, se ocultó, con la intención de espiar todos sus movimientos. Creyéndole dormido, madre e hija entraron en la cocina y de debajo del fogón sacaron un pucherito que contenía un ungüento, untándose piernas y brazos con él.

—Por encima de las matas y por debajo de los árboles van las brujas al aquelarre —y, dicha la fórmula mágica, desaparecieron.

El criado salió de su escondite bastante desconcertado y no menos asustado, pero la curiosidad era más poderosa y, tras coger el ungüento del puchero, se untó bien por todas partes. Cuando llegó el turno de decir las palabras mágicas, se confundió y en lugar de: “Por encima de las matas y por debajo de los árboles...”, dijo:

—Por debajo de las matas y por encima de los árboles van las brujas al aquelarre.

De modo que fue dando tumbos por entre matas y zarzas y volando de árbol en árbol, llegó a Eperlanda, en Muxika, hecho una piltrafa, lleno de arañazos y moretones.

En Eperlanda se encontraban cientos de brujas y brujos a los que, al verlo en tal estado, les produjo mucha risa, y le llamaron sorginberri, es decir, “brujo novato”.

Akerbeltz, el diablo en forma de macho cabrío negro, presidía la reunión, y, uno a uno, todos los asistentes se acercaban a él y le besaban el trasero, que era el ritual establecido en tales ocasiones. Cuando le llegó el turno al brujo novato, éste sacó del bolsillo una lezna de coser abarcas bien afilada que siempre llevaba consigo y le pinchó al diablo.

—¡Sorginberri, tienes la barba muy dura! -exclamó Akerbeltz, dando un respingo.

A lo que nuestro hombre respondió:

—¡Jesús! ¡Qué culo más negro!

No bien acabó de decir estas palabras, todos los allí presentes desaparecieron.

Al encontrarse completamente solo, el brujo novato llegó a pensar que había estado soñando. Intentó recordar la fórmula para regresar a casa, equivocándose de nuevo.

—Por debajo de las matas y por encima de los árboles vuelven las brujas del aquelarre.

Y, de nuevo, por entre matas y zarzas y volando de árbol en árbol, llegó a casa todo magullado. Nada más darse cuenta de que estaba a salvo, recogió sus cosas y salió corriendo sin despedirse de las dos mujeres ni reclamar la paga que se le debía. No paró hasta estar a muchos kilómetros del lugar. ¡Había tenido suficiente con una sola experiencia como brujo novato!

Toti Martinez de Lezea. Leyendas de Euskal Herria.

9. LA BRUJA LADRONA

Asteasu, Gipuzkoa

Muchas, muchísimas, son las leyendas de Euskal Herria en las que aparecen las brujas como parte esencial de las creencias y temores de nuestros antepasados. Los nombres relacionados con las brujas son abundantes: sorginetxe, sorginkoba, sorginiturri, sorginzulo, sorginleze, sorginerreka...

Se les atribuyen males como la pérdida de las cosechas, averías en los molinos, enfermedades, muertes misteriosas o naufragios. Hay varias cosas que asustan a las brujas y las ahuyentan, como la cruz, el apio, el carbón y los amuletos.

En la obra anteriormente mencionada «El mundo en la mente popular vasca», de J. M. de Barandiaran, encontramos el cuento siguiente, uno de los más bonitos de la tradición oral.

Cerca de Asteasu, en Gipuzkoa, vivían en un caserío un padre y sus tres hijos. Tenían un hermoso manzanal, pero desde hacía días notaban que por la noche les robaban las manzanas.

Decidido a pillar al ladrón, el hermano mayor se quedó una noche haciendo guardia, pero se durmió y, al despertar, se dio cuenta de que les habían vuelto a robar.

A la noche siguiente se quedó el segundo de los hermanos, dispuesto a no quedarse dormido; pero el sueño pudo más que su voluntad, y cuando despertó, el ladrón ya había pasado.

La tercera noche se quedó el hermano pequeño, a pesar de que el padre pensaba que era demasiado joven y podía correr peligro. Sus hermanos se rieron de él.

—Si nosotros no hemos podido—dijeron—, ¿cómo vas a poder tú?

Pero el joven insistió y, cogiendo una hoz, se sentó al pie de uno de los manzanos a la espera del ladrón. Al rato, observó un bulto negro encima de una tapia y, ni corto ni perezoso, le lanzó la hoz. El bulto desapareció.

Al amanecer, los tres hermanos fueron en busca de alguna pista, y encontraron una gran mano negra junto a la tapia y un camino marcado con gotas de sangre.

—Vamos a ver adonde llevan estas huellas de sangre —dijo el más joven, que, por si no lo hemos dicho, se llamaba Peru.

Los tres hermanos siguieron el rastro hasta llegar a una gran losa, la levantaron y vieron que había una sima profunda. Echaron a suertes, txotx ala motx, quién bajaba a la sima, y le tocó a Peru. Sus hermanos le bajaron con una cuerda y, al llegar abajo, se encontró con una doncella que dijo ser una princesa a quien la bruja había raptado. Peru le ató la cuerda, pero, antes de dar la señal para que la subieran sus hermanos, le pidió un pedacito de cada una de las siete sayas que llevaba puestas.

Los hermanos subieron a la princesa y luego decidieron que, en caso de que hubiera una recompensa, era mejor repartirla entre dos que entre tres; así pues, abandonaron al pequeño en el fondo de la sima.

Mientras tanto, la bruja apareció y montó en cólera, al darse cuenta de que su prisionera había logrado escapar.

—Así que la has ayudado a escapar, ¿eh? ¡Pues te quedarás tú en su lugar! —le dijo a Peru, al tiempo que intentaba agarrarlo..

Los dos entablaron una lucha feroz. Unas veces parecía que ganaba uno y otras el otro. Finalmente, el joven cogió la hoz que llevaba en el cinto y le cortó la lengua a la bruja. Después se colgó de su cuello.

—¡Sácame de aquí o te iré cortando a pedacitos! —ordenó, y la bruja lo sacó volando.

Una vez fuera de la cueva, Peru se encaminó al pueblo de la princesa. Al llegar, oyó decir que dos jóvenes la habían salvado de las garras de la bruja y que el mayor iba a casarse con ella.

El joven, entonces, cogió una habitación en una posada y se pasó el día golpeando la ventana con un martillo de hierro.

Cuando al día siguiente, el cortejo de la boda se dirigía la celebración, Peru vio que el novio era su hermano mayor. Sacó la lengua de la bruja y dijo:

—Mihiari, mihiari, hemen orduko han izan hadi (Lengua, lengua, tan pronto como acá estáte allá).

Y en eso se levantó un fuerte vendaval que obligó a todos a volver a sus casas.

De nuevo, Peru cogió el martillo y estuvo horas y horas dando golpes en la ventana.

El segundo día volvió a salir el cortejo para la celebración de la boda, pero en cuanto pasó por debajo de la ventana de Peru, éste sacó la lengua de la bruja y repitió las palabras mágicas y, de nuevo, se levantó un vendaval que impidió al cortejo seguir adelante.

El joven continuó dando golpes en la ventana, e hizo lo mismo que las veces anteriores cuando, al tercer día, vio avanzar el cortejo nupcial.

El rey, sospechando que algo raro ocurría, envió a sus soldados a averiguar la causa de tan extraño fenómeno. Al llegar a la posada, el posadero les informó que tenía un cliente que se pasaba el tiempo golpeando una ventana con un martillo. Inmediatamente lo cogieron y se lo llevaron preso ante el rey. Pero, por muchas preguntas que le hicieron, Peru siempre respondía que sólo hablaría delante de la princesa. El rey llamó a su hija y, entonces, el joven le mostró los pedacitos de las sayas que ella le había dado.

La princesa reconoció a su salvador y los hermanos tuvieron que confesar la verdad, por lo que, al final, Peru se casó con la princesa y fue el rey de aquella región.

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria

10. LAS BRUJAS EXISTEN?

Una vez, varias costureras comenzaron a discutir sobre si las brujas existían o no. Todas opinaban que sí, que las brujas existían..., todas menos una, que se rió de las demás por creer en aquellas cosas. Después del trabajo, volvía la incrédula a su casa cuando le salió al paso un grupo de brujas diciendo:

—Ez garela, baina bagaitun: Maripetralin ez, beste guztiak hemen gaitun (Que no somos, pero sí somos: aquí estamos todas menos Maripetralin).

Cada una de las brujas le arrancó un pelo de la cabeza y, entre todas, la dejaron calva, y así pudo comprobar por sí misma cuántas brujas había.

11. LOS RATONES

Kanpezo, Araba

La palabra “azti” designa al adivino o mago que puede ver las cosas ocultas y adivinar el porvenir.

El azti utiliza sus conocimientos o poderes para curar o prevenir enfermedades como el infarto, las verrugas, la herpe, la hernia, etc., aunque también usa su poder para lanzar una maldición (birao) mediante la fuerza mágica o adur.

También se le consulta sobre las cosechas, las tormentas o las plagas.

En la localidad de Kanpezo hubo un año una gran plaga de ratones. Había ratones por todas partes: en las casas, en las calles, en la iglesia y, desde luego, en los campos. Los labradores no podían plantar ni sembrar porque los roedores acababan con todas las plantas en cuanto comenzaban a brotar.

A fin de encontrar una solución, los habitantes del lugar hicieron una asamblea en la plaza. Entre las muchas soluciones que cada cual propuso hubo una que todos aprobaron con entusiasmo: en las afueras de Kanpezo vivía un hombre brujo que sabía de pócimas y conjuros; él sabría qué hacer para librar al pueblo de la plaga. Fueron, pues, unos cuantos en representación del pueblo para hablar con el brujo.

—Necesitamos que nos ayudes a acabar con los ratones, o los ratones acabarán con nosotros —le dijeron.

El brujo se hizo un poco de rogar, pero, finalmente, aceptó la propuesta.

—De acuerdo —dijo—. Os libraré de los ratones, pero tenéis que traerme a cambio unos cuantos conejos, un carnero y veinte reales. ¡En seis días no quedará un solo ratón en la región!

Una hora después tenía todo lo que había pedido. Ordenó que mataran al carnero y que le quitasen la piel; luego la untó con un ungüento que había preparado y que olía a pestes, recitó unos conjuros en un idioma desconocido y dijo a los labradores que arrastrasen la piel por todo el pueblo, las casas y los campos.

La comisión encargada anduvo durante seis días restregando la piel del carnero por todas partes, de forma que, al acabar, no quedaba ni un solo lugar que no oliese al apestoso ungüento del brujo...

Pero, ¡los ratones no habían desaparecido! Al contrario, parecía que el mal olor les gustaba, y su número se había multiplicado por tres. No contentos con acabar con las cosechas, comenzaron a roer las patas de los muebles, a hacer añicos las ropas y a comerse los jamones colgados del techo.

Los habitantes de Kanpezo estaban desesperados.

De nuevo la comisión fue a ver al brujo y, esta vez, con algunos vecinos más. Lo encontraron comiendo uno de los conejos que había pedido en pago de su magia.

—¡Oye! —le dijeron furiosos—. Nos prometiste que los ratones desaparecerían en seis días. Han pasado ya ocho días y no sólo no han desaparecido, sino que hay muchísimos más. ¡Queremos que nos devuelvas el dinero y también el carnero y los conejos!

El brujo estaba preparado, y rápidamente respondió:

—¡Un momento, por favor! Antes de nada, decidme: ¿qué tipo de cola tienen esos ratones, corta o larga?

Todos estuvieron de acuerdo en decir que la tenían larga.

—¡Ah! —exclamó el brujo—. Ahora se entiende... Lo siento, amigos míos, pero mis conjuros no valen para este tipo de ratones; mis conjuros sólo son eficaces con los ratones de cola corta.

—¡Pues, mira! —le contestaron los labradores—. ¡Nuestros garrotazos valen tanto para brujos mentirosos como para brujos ladrones!

Y, diciendo esto, le dieron una gran paliza. Al día siguiente, el brujo se marchó del lugar, y ya nunca más se volvió a saber de él.

¿Y los ratones? Los habitantes de Kanpezo decidieron llamar a un flautista que, según decían las gentes, era capaz de...

Bueno, ¡ése es otro cuento!

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria

12. VIAJE A LA HABANA

Una vez entraron de arribada al puerto de Elantxobe unas lanchas de Bermeo, y sacaron a tierra firme los remos, velas, palos y demás cosas, salvo los cestos.

Un anciano volvió a su bote a dormir. Era fumador.

En esto llegaron a la lancha dos mujeres, vestidas con sayas rojas, mientras el anciano dormía. Soltaron las cuerdas y empezaron ambas mujeres a remar y a decir “a cada palada cien leguas” y llegaron a La Habana. Entonces saltaron a tierra ambas mujeres y mientras hacían sus cosas, también el anciano saltó y después de arrancar una rama a un árbol de La Habana, volvió presto a la lancha y empezó a fumar la pipa.

Llegaron, por fin, las dos mujeres, y empezaron a decir entre sí.

– Aquí hay olor a pipa: ¡Um! ¿habrásenos entrando algún hombre?

Al oír esto, el anciano estuvo en silencio, silencio, muchachos! temiendo le descubrieran.

Sin más, empezaron otra vez a remar, y antes de la madrugada llegaron a Elantxobe.

El anciano mostraba la rama verde del árbol para convencer a sus compañe- ros de que había estado en La Habana aquella noche.

1. BARANDIARAN, J. M.: Obras Completas.

13. DOMINIKA

Urkiza, Araba

En Urkiza, cerca de Peñacerrada, en Araba, tenía lugar todos los martes del año un aquelarre al que asistían todas las brujas y brujos de la comarca, e incluso de más lejos. Los brujos se untaban con un ungüento especial y diciendo las palabras mágicas: “Sasi guztien gainetik, hodei guztien azpitik” (por encima de las zarzas, por debajo de las nubes) volaban por los aires hasta llegar al prado donde tenía lugar el festejo. Allí bailaban al son del txistu y del tamboril hasta el amanecer y, antes de que cantase el gallo, regresaban de nuevo a sus casas.

El mismísimo diablo estaba presente en algunas ocasiones. Tenía la forma de macho cabrío, con unos enormes cuernos y una barba puntiaguda; su olor era apestoso, y podía notarse a varios kilómetros de distancia. Cuando Gaizkine, el diablo, aparecía en el aquelarre, todos los asistentes debían besarle el trasero en señal de respeto.

Un buen día, Petraliñ, una bruja veterana, le echó el ojo a una joven muy bonita, llamada Dominika; ni corta ni perezosa, comenzó a hablarle sobre las ventajas que tenía ser una buena bruja.

Al principio, Dominika se resistió. Aquello de ser bruja no le parecía muy interesante. Al fin y al cabo, no creía que una reunión de viejos locos fuera algo tan extraordinario, pero Petraliñ le explicó todo lo que podría hacer siendo una bruja.

—Podrás convertirte en asno, en cerdo, en gato, en perro o en mosca...

—Pues, ¡vaya! —replicó Dominika—. Me gustaría más poder convertirme en cisne, en garza o en águila real...

—Podrás lanzar un begirao (mal de ojo) a quien te moleste...

—Preferiría echarle el ojo a Martín, el de Goikoetxea, que siempre anda detrás de todas las mozas...

—Podrás viajar a donde quieras en pocos segundos... —insistió la Petraliñ.

—¡Ah, mira! Eso ya me parece mejor.

Por fin consiguió la vieja bruja convencer a Dominika para que la acompañase al aquelarre, y allí se presentaron las dos, después de haberse untado con el ungüento y haber dicho las palabras mágicas.

El prado estaba repleto de brujas y brujos que bailaban alrededor de grandes hogueras. Había un enorme bullicio y, en medio de todos, sobre un altar de piedra, un macho cabrío negro como la noche más negra.

La vieja explicó a la joven lo que tenía que hacer si quería ser una bruja y llevar la marca del sapo en lo blanco de su ojo izquierdo. Las dos se pusieron en la cola para besar el trasero del diablo y, cuando les llegó el turno, Petraliñ presentó a la aspirante.

—Ésta es Dominika de Urkiza.

El diablo se giró y la miró con sus terribles ojos rojos. Luego, dijo con una voz de trueno:

—¡Petraliñ nos ha traído una nueva compañera!

Todos aplaudieron, y la pobre Petraliñ sintió que aquél era el día más feliz de su vida.

El diablo levantó el rabo y esperó a que Dominika cumpliese el rito del acatamiento, pero la joven exclamó:

—¡Dios mío! ¡Qué culo más sucio!

Se hizo un silencio, seguido de un enorme griterío que se escuchó en toda la región; después..., nada.

Todos habían desaparecido. Dominika se encontró sola en medio del prado, echó a correr y no paró hasta hallarse metida en su cama.

A la mañana siguiente se encontró con Petraliñ, que iba en dirección contraria; pero, nada más verla, la vieja cambió de acera y ni la miró al pasar a su altura.

La vieja bruja no le había advertido que jamás, jamás debía pronunciar la palabra “Dios” en presencia del diablo.

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria

14. LAS BRUJAS DE ZUGARRAMURDI

Zugarramurdi, Nafarroa

La palabra vasca “akelarre” (prado del macho cabrío) ha sido adoptada por otros idiomas para designar el lugar de reunión de brujas y brujos.

En Euskal Herria existen varios lugares designados con este nombre; pero, sin lugar a dudas, el más famoso de todos es el Akelarre de Zugarramurdi, en Nafarroa, que se encuentra delante de la entrada de una cueva llamada Akelarren-lezea, donde, según creencia popular, se reunían los brujos para adorar al diablo en figura de aker, a quien adoraban en las noches de los lunes, miércoles y viernes. Los reunidos bailaban y ofrendaban al diablo panes, huevos y dinero.

En realidad, aquellos “brujos” eran personas que continuaban venerando las antiguas creencias de los vascones y trataban de mantener vivos vieios ritos y costumbres.

Cerca de Zugarramurdi, en el norte de Nafarroa, vivían dos hermanos. El mayor, Matías, había heredado el caserío, las tierras y los animales. El menor, Peruko, sólo poseía lo que llevaba puesto.

Muchas veces pidió Peruko a su hermano que le ayudase a establecerse por su cuenta, pero Matías no le hacía ni caso. Mientras no tuviera adonde ir, el joven seguiría trabajando gratis para él.

Un día, Peruko decidió que más valía salir en busca de fortuna que seguir siendo el criado de su hermano, y se marchó del caserío. Al llegar la noche sintió sueño y se metió debajo de un puente, acomodándose lo mejor que pudo y quedándose dormido.

No habían pasado ni dos horas cuando un ruido de voces lo despertó; tardó un poco en darse cuenta de dónde se hallaba, y luego se puso a escuchar. Las voces provenían de la parte superior del puente. Se asomó sin hacer ruido y se quedó muy sorprendido al ver a tres extrañas mujeres saltando y riendo como locas mientras decían:

—Porla se, zalpate, funte fa, funte fi, txiri, biri, ekatzu, ekatzu, amen.

Repitieron estas palabras varias veces, y finalmente pararon de saltar.

—¡Ah! Mari Kattalin, ¡qué bien lo hemos pasado! —dijo la más joven.

—¡Y que lo digas, Mari Petronil! —dijo a su vez la más vieja—, ¡Ha sido un aquelarre precioso!

Y se echaron a reír. Peruko comprendió que aquellas mujeres eran brujas que regresaban de una asamblea. Quieto como una estatua, siguió escuchando.

—¿Sabes, Mari Fermina? —preguntó la más vieja—. La dueña de la casa Dirumaíndire-pertzerik-gabea está enferma. Ni médicos ni curanderos ni barberos encuentran remedio para su enfermedad.

—¡No me digas, Mari Kattalin! —respondió la que no era la más vieja ni la más joven—. ¿Y sabes tú el remedio?

—¡Claro que lo sé! —respondió la más vieja—. Se curará cuando le den un pedazo de pan bendito que tiene en la boca un sapo que está escondido bajo la piedra de la puerta de la iglesia.

Y entre gritos y risas, las tres brujas prosiguieron su camino.

Peruko salió rápidamente de debajo del puente, fue a la iglesia, levantó la piedra, cogió el sapo, le quitó el pan bendito de la boca, se lo dio a la enferma y ésta se curó. El marido recompensó al joven y éste pudo comprarse un caserío, tierras y ganado mejores que los de su hermano.

Ante la súbita riqueza de su hermano, Matías le preguntó cómo lo había conseguido y Peruko se lo contó.

El ambicioso hermano mayor quería tener más aún de lo que ya poseía, y decidió ir a escuchar a las brujas un viernes a medianoche. Fue al puente, se escondió debajo y esperó. No tardaron en aparecer las tres mujeres diciendo:

—Ez garela, bai garela, hamalau mila hemen garela (Que no somos, que sí somos, catorce mil aquí estamos).

Pero esta vez no saltaban ni se reían.

—¡Mari Petronil!

—¿Sí, Mari Kattalin?

—¡Mari Fermina!

—¿Sí, Mari Kattalin?

—El otro día nos oyeron, y hoy también nos están escuchando —dijo la más vieja.

Las tres se pusieron a buscar, encontraron a Matías debajo del puente y le dieron una paliza de la que tardó mucho tiempo en recuperarse.

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria

15. LA BRUJA DE SALCEDO

Salzedo, Araba

El tema de las brujas que acuden al aquelarre diciendo las palabras “sasi guztien gainetik, laino guztien azpitik” (por encima de todas las zarzas, por debajo de todas las nubes) y que son escuchadas por alguien que también decide probar, pero que se equivoca y dice “sasi guztien azpitik, laino guztien gainetik” (por debajo de todas las zarzas, por encima de todas las nubes) y acaba dolorido y arañado, se repite en diversas leyendas de Euskal Herria.

Las brujas también pueden trasladarse de un lado para otro bajo la forma de un animal, como el carnero o el gato, al que siempre le falta una pata o la cola.

Barandiaran recoge la siguiente variante de esta narración.

Un arriero que viajaba mucho se hospedaba siempre en una posada de la localidad de Salzedo, en Araba. Aunque él no lo sabía, la dueña de la posada era bruja y, al saber que el arriero tenía un hijo, le preguntó:

—¿Qué tal tu hijo?

El arriero, orgulloso como estaba de su hijo, respondió:

—¡Ah! Es muy guapo y fuerte, ¡se parece a su padre!

Aquella misma noche, la bruja se trasladó a la casa del arriero y, sacando al niño de la cuna, lo apaleó hasta dejarlo enfermo y en muy mal estado.

Al regresar a su casa el arriero se encontró a su mujer desconsolada. El niño se curó, pero el padre no relacionó en ningún momento a la posadera con lo ocurrido.

Una y otra vez el arriero volvía a la posada, y la posadera siempre le hacía la misma pregunta:

—¿Qué tal tu hijo?

Y, al regresar a su casa, siempre se encontraba a su hijo muy grave, por lo que empezó a sospechar que en todo aquello había un maleficio y que, tal vez, la dueña de la posada tenía algo que ver en el asunto. Así pues, decidió investigar por su cuenta.

La siguiente vez que paró en la posada se quejó de lo cansado que estaba y simuló que se quedaba profundamente dormido. Al llegar la medianoche la bruja sacó un pote que contenía un ungüento mágico y se untó con él mientras decía:

—Por encima de zarzas y matas, en media hora hasta la casa del arriero.

Y desapareció.

El hombre había estado atento durante todo el tiempo y, rápidamente, cogió el pote del ungüento, pero se equivocó al decir la fórmula mágica y dijo:

—Por entre zarzas y matas, en media hora hasta mi casa.

Llegó a su casa lleno de arañazos y moretones y se encontró a la posadera dispuesta a pegar al niño. No lo pensó dos veces, cogió el asador del hogar y le pegó un golpe en la cabeza. La bruja soltó un gran grito y desapareció. El arriero dejó al niño en la cama y volvió a la posada, llegando antes que la mujer y tumbándose al lado del fuego, como si hubiese estado durmiendo todo el tiempo.

A la mañana siguiente el arriero fue a despedirse de la posadera y la encontró en la cama, con una venda en la cabeza.

—¿Qué te pasa?—le preguntó haciéndose el tonto.

—Estoy muy mal. Esta noche he tenido un sueño —le respondió la mujer—. He soñado que un gigante me atacaba y me golpeaba en la cabeza.

El hombre se rió.

—¡Qué casualidad! —exclamó—. Yo también he tenido un sueño. He soñado que una bruja pegaba a mi hijo y le he dado con un asador en la cabeza. La próxima vez que sueñe algo parecido, le daré con un hacha.

Ni que decir tiene que el niño nunca más recibió una paliza de la bruja, y que el arriero no volvió a detenerse nunca más en aquella posada.

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria

16. UN VASITO DE VINO

Volvía de la taberna una noche para su casa, cierto hombre de Muruela, y lo hacía dando algún que otro tumbo, consecuencia sin duda de la embriaguez de que era víctima, cuando, al pasar por la explanada de Etxebartxukolanda, se encontró, de buenas a primeras, en medio de un corro de mujeres. Como dichas mujeres iban muy ligeritas de ropa, y al hombre, a pesar de lo turbio de su entendimiento, le parecieron unas desvergonzadas, se plantó ante ellas y se puso a mirarlas con gran descaro.

Pero las mujeres no parecieron molestarse por la impertinencia del noctámbulo, ni tampoco hicieron además de cubrir sus desnudeces. Por el contrario, algunas de ellas, con gran desparpajo, tras acercarse al borracho para contemplarlo descaradamente a su vez, y riéndose muy divertidas, dijeron a éste por boca de una:

- ¡Pídenos lo que quieras, que como esta noche estamos de muy buen humor, te lo vamos a dar!

- ¿Lo que quiera, lo que quiera...? –inquirió el hombre, mirándolas con ojillos golosos y haciéndoles constantes guiños.

- Sí, sí... ¡Lo que quieras! –corroboraron ellas.

El hombre se quedó un instante pensativo, se rascó la barbilla y dijo:

- Pues..., en ese caso... ¡Quiero un vasito de vino!

- Fue decirlo y, entre risotadas, otra de las mujeres acercarse al borracho con un vasito de vino en sus manos y tendérselo a éste.

El hombre cogió el vaso, lo levantó un momento, como brindando por ellas, y lo vació de un trago en su gaznate. Luego, tras eructar complacido y secarse los labios con el envés de una mano, exclamó:

-¡Jesús, qué vino tan delicioso!

Fue decirlo y empezar las mujeres a chillar como locas, a la vez que se quitaban de en medio corriendo desesperadas. En fin, que, en un abrir y cerrar de ojos, el borrachín se encontró en medio de aquella explanada, más solo que la una, perplejo y con el vaso en la mano.

Pero, no tardaría en echar a correr también aquel hombre, sin detenerse en su carrera hasta a su casa a pesar de la borrachera. Y, no era para menos, pues, habiendo mirado el contenido del vasito de cristal, descubrió con horror y asco que éste estaba repleto de bichos inmundos.

ETNOGRAFIA DE BERMEO. Leyendas, Cuentos y Supersticiones. Anton Erkoreka

17. Perrito ladrando

Como muchas otras veces, en Bermeo venia una vez un pescador del puerto a su casa, llevando al hombro el remo y la banasta de pescado. Y en una

de éstas se le apareció un perrito ladrando y ladrando. Y el pescador le hacia iuuu!, pero el perro no quería marcharse. Al fin se enojo el pescador y pegó con el remo al perro y le rompió los muslos.

Al día siguiente le vino una señora a casa —venia ciertamente enferma— (a preguntarle) a ver por que la había pegado y roto los muslos con el remo y que

había de llevar el pleito ante el juez.

ETNOGRAFIA DE BERMEO. Leyendas, Cuentos y Supersticiones. Anton Erkoreka8.

18. EL CURA DE GERRIKAITZ Y LAS BRUJAS

Vieja leyenda de Munitibar-Arbatzegi-Gerrikaitz

El cura de Gerrikaitz no creía en brujas. Por eso, día sí y día también, en sus sermones repetía machaconamente a sus feligreses:

- ¡Ignorantes y crédulas criaturas! No hay brujas, no las ha habido, no las habrá... por qué las brujas son fantasías del Diablo para atemorizar a las almas cándidas como vosotras. Las brujas son una superstición, el invento de una mente perversa para burlarse de la humanidad. - ¡Estúpidas criaturas, aquellos sus feligreses, que se dejaban engatusar por consejas de viejas chochas! ¡Mejor fuera que aprendieran el catecismo como es debido y se dejasen de estupideces! Pero no, al poco, alguien susurraba que había sorgiñas en el pueblo, porque una vaca había aparecido muerta, o porque un niño estaba enfermo, y el chisme no tardaba en llegar a oídos del cura.

-¡No hay brujas, no hay brujas..., en el mundo entero no hay una sola bruja! Pero, ¡¿cómo os lo tengo que decir?! –se desgañitaba en un nuevo sermón-. ¡No hay brujas, no hay brujas, no hay brujas..., metéoslo de una vez en la cabeza!. Cierto día, tras despotricar desde el púlpito contra la pertinaz creencia en brujas de sus feligreses, tras haberse desgañitado una vez más negando su existencia, y tras agarrarse un berrinche de padre y muy señor mío, el clérigo se fue a su casa y se acostó sin cenar. Pronto se durmió, pero no fue el suyo un sueño apacible y reparador ni mucho menos, pues, agitado, sofocado y sudoroso, se revolvió en el lecho entre pesadas y asfixiante sombras.

De pronto, un ruido lo despertó sobresaltado obligándolo a sentarse en la cama como impulsado por un resorte. Pero se tranquilizó al momento, al comprender que lo que le había despertado al momento eran las campanadas de la torre de la iglesia, que marcaban con su son las doce en punto de la noche. Sin embargo, cuando el eco de la última campanada acababa de extinguirse en el espacio, y el religioso se disponía a acomodarse nuevamente para seguir durmiendo, un chasquido le hizo volver a incorporarse. Inmediatamente, como surgida de un millar, o tal vez mil millares de millares de gargantas, escuchó de manera ensordecedora la siguiente frase:

- Ba gaituk!!! (¡¡¡Aquí estamos!!!) Aterrado, temblando de espanto, empapado todo su cuerpo por un sudor frío y sintiéndose rodeado por un millón de ojillos brillantes y amenazadores, el cura susurró:

- ¡Las brujas, son las brujas... y vienen a por mí! Pero, inmediatamente, llevándose una mano trémula a la frente para hacer la señal de la cruz, imploró fervoroso:

- ¡Socórreme, Dio mío! Pronto, la penumbra de la habitación fue la normal a esas horas. Ningún sonido alteraba la quietud de la noche. Más puesto, un rato después abandonó el lecho y se asomó por la ventana. Nada particular en el exterior. Todo estaba en orden, como siempre. En fin, que decidió volver a acostarse, a pesar de que esa noche ya no pudo conciliar el sueño.

Desde entonces, y para sorpresa de sus feligreses, el buen cura no volvió a negar nunca más la existencia de las brujas, y cuando alguien hacía mención de ellas, él se limitaba a santiguarse y apartarse rápidamente invocando una plegaria, dejándolos con sus chismes.

Sorgiñas. Leyendas vascas de brujas. Editorial Los Libros del “Cuentamiedos” Iruña, 2004

19. LA BRUJA EN FORMA DE GALLINA, ENFERMA A UN JOVEN

Mi informante tiene escuchado a su abuela Clara Dámasa, nacida en el caserío Oñatibia de Gabiria, la narración siguiente:

Un joven se acostaba siempre sobre un colchón confeccionado con plu- mas de gallina. Mas de día en día perdía peso y su aspecto físico dejaba mucho que desear.

En vista de ello acudió a la iglesia parroquial de Olaberria, donde el párroco le sacó los Evangelios de costumbre en este y en otros casos similares.

Después de llevar a cabo este rito religioso, y al contemplar el estado en que se hallaba el enfermo, el cura preguntó al joven a ver encima de qué dormía, y al contestarle que trataba de descansar sobre un colchón de la característica seña- lada, el sacerdote le dijo que en el interior del colchón había una ave y que ésta era la causante del mal; que tenía que llevar el colchón a la encrucijada de cami- nos llamada Intxaurtxo y quemarlo. Con la colaboración de los vecinos el joven hizo lo recomendado por el cura; pero en el centro quedó una gallina que la mataron a palos y la quemaron.

La gallina era una bruja, y desde aquel día el enfermo recobró la salud.

En Gabiria, Nicolás Alustiza Gabiria, 64 años. Casa Ostatua. El 30 de abril de 1990.

Apariciones, brujas y gentiles: Mitos y leyendas de los vascos. Juan Garmendia Larrañaga

20. LAS BRUJAS NO PUDIERON TERMINAR DE HACER EL PUENTE

(Se trata de una variante de otras leyendas centradas en el mismo escenario).

Esta narración se remonta a los tiempos en los que se desconocía la existencia de los puentes.

Según Ignacio Ulacia, nacido en el caserío Loiola de Amezketa, para atravesar un río se valían de dos cuerdas o alambres, uno para asirlo con las manos y otro, en plano inferior, que servía de apoyo a los pies.

Esto así, en Soravilla (barrio de la villa de Andoain) quisieron hacer un puente, y sabedoras de ello las brujas, éstas le dijeron a un aldeano, al mismo tiempo albañil e interesado en llevar a efecto el proyecto, que ellas le harían el puente antes de que cantase el gallo, si a cambio les entregaba al primero que naciese en su casa.

El hombre se avino a esta propuesta, pensando en la vaca que tenía a punto de parir: Txekorra jaioko duk eta txekor baten gorabeheragatik ez zaidak ajola handirik. –Nacerá un ternero y uno más o uno menos no me importa mucho–.

Mas no tardó en caer en la cuenta que su mujer se hallaba en estado, que esperaba familia, y ante esto el autor del pacto con las brujas consultó el caso con un sacerdote, quien después de escucharle le recomendó que llenara de agua un caldero y que en este agua metiese un gallo. El aldeano albañil obedeció al cura y el gallo cantó tan pronto se vio fuera del agua.

Al escuchar la intervención del ave, las brujas abandonaron su empeño y el puente quedó inconcluso, a falta de una piedra para su terminado debido.

Las brujas se alejaron precipitadamente; pero no lo hicieron en silencio, sino pregonando bien alto: Ez garela eta bagarela; baina hamalau mila bagaituk. Labaiendik harria, eskuz esku. –Que no somos y sí somos; pero catorce mil somos. De Labaien la piedra de mano en mano–.

Mi informante ha visto el hueco reservado a la piedra que a las brujas les faltó tiempo para colocarla en su sitio. Más tarde, esta piedra la dejaron refor- zada con cemento; mas todo fue inutil, no se sujetaba y caía una y otra vez

En Tolosa, Ignacio Ulacia Artano, 77 años. Nacido en el caserío Loiola de Amezketa. El 3 de abril de 1991.

Apariciones, brujas y gentiles: Mitos y leyendas de los vascos. Juan Garmendia Larrañaga

21. LAS BRUJAS, LA JOVEN SOBRE UN CABALLO BLANCO Y LA FALTA DE UN CONJURO

La señora del caserío Iraregi de Amezketa discutía con su hija cuando aquella partía a pie a Tolosa, y a guisa de despedida le decía: Inpernuko etsaiak eramango ahal hau zaldi zuri baten gainean –Ojalá el demonio del infierno te lleve encima de un caballo blanco–.

La mujer de vuelta en casa pudo contemplar cómo unas brujas llevaban a su hija en un caballo blanco y, después, se dejaba ver en la boca de la sima denominada Mari Zulo, que se encuentra en el monte conocido vulgar- mente por el nombre de Txindoki.

La madre puso lo sucedido en conocimiento del cura, y éste se acercó al lugar donde se hallaba la joven, con la intención de hacer el conjuro recomendado en estos casos; mas para llevar a efecto el exorcismo no fue preparado debidamente y la joven desapareció en el interior de la sima3.

En Tolosa, Ignacio Ulacia Artano, 77 años. Nacido en el caserío Loiola de Amezketa. El 3 de abril de 1991.

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22. LA BRUJA COMPAÑERA INCÓMODA DE CAMINO

El padre de mi informante estaba de criado en un caserío del pueblo de Larraul cuando el patrono le dijo que fuese a una casa vecina para saber si el hombre con una pareja de bueyes se hallaba dispuesto para ayudarles en la tarea del arado.

El dueño del caserío sabía que en la casa donde pedía colaboración para trabajar habitaba una abuela que era bruja, y le encomendó a su criado que se fijase en la actitud de la mujer/bruja.

El criado con un hermoso perro se dirigió a cumplir su cometido y reparó en la anciana que se hallaba junto al hogar, inmóvil y sin pronunciar palabra alguna.

Concluida su misión y de vuelta a casa, de la manera más sorpresiva el criado se vio envuelto en un ambiente de ruido insólito, viento desagradable y luces que se movían en todas las direcciones.

El criado avanzaba azorado y el perro, en silencio, sin ladrar, iba asus- tado. En cuanto alcanzaron su caserío desaparecieron las luces y cesaron el viento y el ruido. Se recobró la normalidad. En la bruja tuvieron a la compa- ñera de camino y a la autora de los hechos desagradables e inesperados que tuvieron que vivir.

En Amezketa, Joaquín Balerdi Saralegui, 58 años. Caserío Arretxe. El 1 de mayo de 1991.

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23. LA BRUJA EN FORMA DE ASNO

Un joven del caserío Ezkorborro de Amezketa iba de noche a Bedaio en busca de su novia. Llevaba un palo y al pasar por un prado reparó en un asno que pacía y resultó ser de un enemigo suyo. Ya tenía ganas de coger a este burro, pensó el chico, y al mismo tiempo empezó a apalearle en la espalda, que se seccionó en dos partes para volver seguidamente a quedar como estaba antes, como si nada hubiese ocurrido. Esto se repitió en más de una ocasión mientras el burro se movía en dirección a un riachuelo.

El asno alcanzó la regata, en cuyas aguas varias brujas se dedicaban a aclarar la colada, y al joven que corría tras el burro una de ellas le dijo: «Mauricio, ven aquí, coge esta sábana y retuércela». El chico cogió la sábana, que en su poder se transformó en árgoma, y se lastimó las manos. En vista de ello el joven gritó a la bruja: «¡Oye!, que esto no es una sábana, esto es árgoma», a lo cual las brujas le respondieron: «Que no somos pero somos, que no somos pero somos...», al tiempo que desaparecían, figu- rando entre ellas la que se metamorfoseaba en burro. El joven quedó con las manos dañadas y mojadas.

En Amezketa, José Urtaza Zanguitu, 66 años. Caserío Etxetxo. El 1 de mayo de 1991.

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24. ES ATRAPADA LA BRUJA QUE ROBABA

En un caserío llevaron a cabo la matanza del cerdo, y se dieron cuenta de que les faltaban las morcillas, los chorizos, etc. Cerraban todas las puertas y ventanas de casa; pero no podían coger al ladrón. Y fue un aldeano quien les dijo que la autora del robo les entraba por la chimenea y que sería una bruja, bruja que la atraparían poniendo un caldero con aceite hirviendo al par de la chimenea. Así lo hicieron y al día siguiente, una anciana de la vecindad gritaba metida en aceite.

En Amezketa, Concepción Altuna Garmendia, 59 años. Casa Garaikoetxea. El 5 de mayo de 1991.

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25. LA BRUJA Y SU MARIDO

En un matrimonio, él era borracho y ella bruja, y sus dias transcurrían en altercado continuo.

La mujer amenazaba al marido diciéndole que algún dia pasaría las de Caín. En cierta ocasión, cuando el hombre abandonó la taberna y, como era su costumbre, cogió el caballo para tomar el camino a casa, se le pusieron delante unas brujas metamorfoseadas en tres razas de perro, que no paraban de morder al caballo, que quedaba imposibilitado para avanzar debidamente.

El hombre se apeó del caballo y pretendió apalear a los perros; mas su empeño resultó inútil. De esta forma prosiguió hasta llegar a casa, y en cuanto traspasó el umbral de ésta se arrojó al suelo. Al escuchar el ladrido de los perros, el ganado estabulado rompió las cadenas y quedó en libertad.

En una de estas, la mujer al contemplar al marido tendido en el suelo, le preguntó «¿Qué tienes?» El hombre no tuvo fuerzas para responder, debido al mal rato que le hicieron pasar los perros/brujas.

En Amezketa, Joaquín Balerdi Saralegui, 58 años. Caserío Arretxe. El 19 de mayo de 1991.

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26. LA MUJER-BRUJA SE PRESENTA EN FORMA DE CABALLO A SU MARIDO

Un pastor tenía a su hijo de zagal en el monte, y le daba mal trato, le apaleaba.

De noche, cuando el pastor se dirigía a casa, junto a un pequeño desnivel reparó en un caballo preparado debidamente para ser montado.

El pastor sabía que en su mujer tenía a una bruja y al ver el caballo lo asoció con la presencia de ella y dirigiéndose al animal reaccionó diciendo: «Ahora también estás aquí... ¡demonios!, estas aquí...» y le aguijoneó con un palo. Entonces el caballo se alejó envuelto en un ruidoso ventarrón.

El pastor llegó a casa; mas no pronunciaba palabra alguna. Ante esta conducta, la mujer le preguntó: «¿Qué tienes para estar así?». Y el marido le respondió: «¿Qué has andado en el camino transformada en caballo?», a lo que la mujer-bruja le contestó: «Si a mi hijo le pegas otra vez, ya pensaré qué hacer contigo».

En Amezketa, Joaquín Balerdi Saralegui, 58 años. Caserío Arretxe. El 25 de mayo de 1991.

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27. UNA BRUJA AGRADECIDA

Una bruja después de pasar la noche brujeando, al clarear el día quedó tumbada en el suelo, sin fuerzas para nada. Se veía imposibilitada para incorporarse.

Cuando se le acercó una persona le pidió ayuda; mas ella se alejó sin atenderla. De otra que se le aproximó solicitó también auxilio, ésta le atendió y la levantó del suelo. A esta segunda persona la conocía, y le dijo: «Tú me has hecho un favor, y algún día encontrarás debajo del colchón una camisa y un par de pantalones». Efectivamente, transcurrido algún tiempo, la camisa y los pantalones prometidos se hallaban en el sitio señalado por la bruja.

En Amezketa, Joaquín Balerdi Saralegui, 58 años. Caserío Arretxe. El 26 de mayo de 1991.

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28. MADRE E HIJA BRUJAS. EL CRIADO Y EL AKELARRE

En una casa vivían madre e hija brujas, con un criado joven. Por la noche las dos brujas dejaban al criado en casa y se ausentaban. Un buen día el criado pensó averiguar el porqué de esta conducta de las dos mujeres, y para ello se tumbó en un arquibanco y fingió dormir.

A la hora acostumbrada, antes de partir con destino sibilino, las brujas repararon en el criado y la hija dijo a su madre que estaba dormido, a lo cual la madre respondió: «¡Ay chica, chica, los jóvenes tienen mucha trampa!, le vamos a pinchar con una aguja». Así lo hicieron pero el criado siguió si- mulando dormir.

Las dos brujas embadurnaron sus cuerpos por medio de una pócima misteriosa, y salieron a través de la chimenea, diciendo: «Por debajo de todas la nubes y por encima de todas las zarzas».

El joven pretendió remedar lo que pudo ver y escuchar; pero equivocó la fórmula oral, y dijo: «Por encima de todas las nubes y por debajo de todas las zarzas».

De esta manera, con la cara ensangrentada se presentó en el akelarre. Aquí una bruja empezó a servirle chacolí; mas el joven la reconoció y exclamó: «¡Jesús, señora, usted también aquí!» Al escuchar la palabra Jesús que escapó de los labios del criado desaparecieron súbitamente las brujas y el joven quedó solo, el criado tardó varios años en volver al pueblo10.

En Bedaio (barrio de Tolosa), Ramona Jauregui Amondarain, 63 años. Caserío Bedaio Barrena. El 26 de mayo de 1991.

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29. LA BRUJA Y EL GATO

Un joven de Bedaio iba en busca de su novia al caserío «Gurbil Handia» del mismo barrio, cuando en el camino se le puso delante un gato negro. El chico llevaba un aguijón en la mano, y con él, después de varios intentos fallidos, pudo por fin golpear al animal, que desapareció para siempre.

Al día siguiente de esto, una anciana de otra vivienda del mismo caserío apareció con el brazo fracturado.

En Bedaio (barrio de Tolosa), Francisco Jauregui Zubeldia, 90 años. Caserío Bedaio Barrena. El 26 de mayo de 1991.

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30. LA BRUJA EN FORMA DE GATO. A LAS BRUJAS NO SE DEBE APALEAR EN NÚMERO PAR DE GOLPES

Unas mujeres fueron a aclarar la ropa. Este quehacer lo realizaban gene- ralmente de día; pero en esta ocasión otros trabajos se lo impidieron y pen- saron hacerlo de noche.

Llegaron al lugar indicado para llevar a cabo su labor, y sobre la piedra de batir la ropa repararon en un gato, y una de las lavanderas pretendió pegarle con un palo; mas su empeño fue vano. Entonces el gato se le dirigió diciendo: «Pégame otra vez». Al oír esto, la mujer comprendió que delante tenía a una bruja en forma de gato y recordó que a éstas, a las brujas, no se les debía apalear en número par de golpes. La lavandera en cuestión se asustó y tomo el camino de casa.

En Altzo, Miguel Murua Mendizabal, 62 años. Caserío Otsegi. El 30 de junio de 1991.

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31. LAS BRUJAS BEBEDORAS DE VINO

En la casa Ertxatxo de Albiasu, más conocida por el nombre de Alondei (Alhóndiga), se reunían las brujas, que se introducían a través del agujero para la llave que tenía la cerradura.

En la casa Alondei no echaban de menos el vino, que las brujas lo bebían. La bruja que figuraba al frente de ellas decía una y otra vez a sus compañeras que tuviesen cuidado de no pronunciar jamás el nombre de Jesús.

Esto así, en una noche de aquellas bebieron un buen vino, ante lo cual una de ellas reaccionó con el grito que decía: «¡Jesús, qué buen vino!»

Al escuchar esto, las brujas restantes escaparon por donde habían entrado, valiéndose del orificio para la llave de la cerradura,

En la mañana siguiente, el responsable de la casa Alondei se encontró con la bruja solitaria, que ya era ex bruja, puesto que había perdido las facul- tades brujescas.

En Albiasu, Ventura Argaña Múgica, 68 años. Casa Matxinea. El 14 de agosto de 1991.

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32. PARA EVITAR QUE LAS BRUJAS ENTREN EN CASA

Una familia de Ochagavía tenía mala suerte con el ganado, y mi in- formante reparó en que detrás de la puerta de entrada a la casa de la familia aludida había siempre una escoba con la palma hacia arriba.

Al preguntar la que me facilita esta nueva del porqué de la escoba indefectiblemente en esta posición, la mujer casera le respondió que ello lo hacía para evitar que las brujas entrasen en casa y dañaren el ganado.

En Ochagavía, Adela Martínez Elizari, 71 años. Casa Sandalio. El 14 de agosto de 1991.

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33. LA BRUJA METAMORFOSEADA EN VIENTO

Un zagal permanecía durante el día en el monte y pasaba la noche en casa. Pero en cierta ocasión rompió con esta costumbre y no se presentó en casa. Los padres se preocuparon y al día siguiente fueron a donde el hijo para inquirir acerca de lo ocurrido.

El zagal les manifestó que le llevó el viento y no pudo llegar a casa; pero que en una choza para dormir se encontró con compañía, y que ésta, que era bruja, le dijo que si no hubiese llevado una medalla al cuello no hubiese podido regresar nunca a casa.

Lo ocurrido narraron al cura y éste celebró una misa por el bien del zagal. Desde entonces el joven normalizó la vida. Me dicen que esto ocurrió en Navarra.

En Arriarán (barrio de Beasain), María Zapirain Ezponda, 58 años. Casa Palacio. El 10 de julio de 1991.

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34. LE QUEMAN LA CARA

De noche, en un hogar de fuego bajo varias hilanderas se hallaban enfrascadas en su labor, cuando les molestaban echando piedras pequeñas a través de la chimenea.

Lo que les sucedía contaron a sus amigas, y éstas les recomendaron que cuando les ocurría eso cogiesen un recipiente con aceite hirviendo y lo arrojasen chimenea arriba. Llegado el momento así lo hicieron, y una de las incordiantes, que eran brujas, resultó con el rostro quemado. Al ver esto, las brujas restantes le dijeron a gritos al tiempo que se alejaban: «¡Quién, qué es lo que te ha hecho!»17.

En Arriarán (barrio de Beasain), María Zapirain Ezponda, 58 años. Casa Palacio. El 10 de julio de 1991.

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35. LA BRUJA Y EL CARBONERO

Un vecino de Matximenta era conocido por el apodo de Lopia. Lopia vivía en el caserío Gogorzuzu y su medio de vida eran la labranza y el carboneo. Y enfrascado en esta última labor se encontraba cuando después de preparada la pira y atendiendo a su mantenimiento el fuego cobró tal fuerza que no lo podía dominar. La pira se agujereó y nuestro hombre precisaba de una pieza de madera de relleno o betegarria, cuando gritó preguntando en tono exclamatorio: «¿Para ayudarme no hay bruja o demonio del infierno?».

Pronto pudo escuchar a una bruja que le decía: «Lopia, de qué medida quieres la madera?». Al oir esto, el carbonero abandonó la pira tal como estaba y, asustado, se puso en camino a casa18.

En Matximenta, Sebastián Lasa Esnaola, 77 años. Caserío Zuaneta (pertenece a Azpeitia). El 21 de julio de 1991.

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36. UN HOMBRE-GATO Y EL LIBRO

En el barrio de Urdaneta de la villa de Aia, un hombre entrado en años iba de noche en forma de gato al caserío Otsarreta, donde vivían cuatro chicas.

El gato se presentaba de manera inadvertida y llegaba hasta la habita- ción de las jóvenes aludidas.

En una de aquellas noches, cuando las chicas exteriorizaban el malestar por el incómodo visitante, un hermano de ellas disparó varios tiros de escopeta al aire y ahuyentó para siempre al felino.

Más adelante, unas vecinas del caserío Errezabal, donde fijaba la resi- dencia el personaje sibilino, vieron a éste entregado al cuidado de unos cer- dos, y una de las que fue testigo de esta para ella novedosa dedicación del hombre de Errezabal comentó con la mujer de éste acerca de la riqueza de ganado porcino que tenían en el caserío; mas ésta le respondió que no contaban con puerco alguno.

Cuando el hombre-brujo se retiró a casa, y al preguntarle su mujer cómo andaba con unos puercos, el marido le contestó que él estaba totalmente ajeno a la pregunta, lo único que manifestó es que adquirió un libro y cuando comenzaba a leerlo se transformaba en gato.

En vista de esto, la mujer expuso el caso a un sacerdote, quien le reco- mendó que vendiese el libro. Siguieron la indicac>ión del cura y el vendedor perdió toda influencia brujesca y el comprador se convirtió en bruja19.

En Aia, Aramberri Azkue, 69 años. Caserío Erreista. El 13 de octubre de 1991.

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37. EL HOMBRE HILADOR Y LA BRUJA DE LA VECINDAD

Era de noche cuando la familia de un caserío se retiraba a descansar y quedaba en la mayor soledad la mujer entregada a la labor del hilado.

A esta hilandera le era familiar la visita cotidiana de una bruja, con la petición consiguiente e indefectible de un trozo pequeño de tocino.

La hilandera tenía por norma de conducta complacer a la bruja; pero un buen día dijo a su marido lo que le ocurría, y éste le manifestó que le suplantaría en su quehacer nocturno, que él manejaría el huso, ataviado con las prendas de ella.

Como era habitual llegó la bruja; mas llegó cuando al hilador improvisado se le escapaba una y otra vez el huso, que al caer al suelo emitía un sonido onomatopéyico de kox kox. Al oir este ruido, la bruja formuló la pregunta siguiente: «Antes hacías farra farra y ahora haces kox kox, ¿eres el mismo que antes?», y el hombre le respondió: «Si, soy el de antes». En una de éstas la bruja hizo la petición de costumbre y el que manejaba el huso cogió un trozo de tocino y lo puso a freir en el aceite de una sartén. Seguidamente, el aceite y el tocino hirviendo los arrojó al rostro de la bruja, que quedó seriamente quemado.

Al día siguiente, una mujer de la vecindad se presentó con la cara quemada21.

En Garín (barrio de Beasain), Ignacio Amiano Ayestarán, 74 años. Caserío Erdiko Etxe. José Antonio Lasa Odriozola, 67 años. Casa Garín Arrese. El 20 de octubre de 1991.

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38. BRUJAS QUE ROBABAN LAS CRIATURAS RECIÉN NACIDAS

Las brujas acudían por la noche al domicilio de la criatura recién nacida, y si no escuchaban que se decía Doministicu eta Jainkoak lagun, raptaban a la criatura.

Las brujas eran sabedoras de que en una casa concreta se encontraban a la espera de un próximo parto, y el comentario que acerca de ello hicieron fue que si no decían Doministicu eta Jainkoak lagun (Doministicu y Dios nos ayude), cogerían a la criatura.

Mas esta conversación de las brujas llegó a oídos de un testigo accidental, que había ido a robar gallinas.

Nacío la criatura y no lejos de la parturienta se hallaban las brujas y el aludido ladrón de gallinas. Las brujas estornudaron y el enterado de lo que había que hacer en semejante evento exclamó: «Doministicu eta Jainkoak lagun, sekulan oilorik eramango ez badut ere» –»Doministicu y Dios nos ayude, aunque no tenga que robar más gallinas»–.

Al oir esto las brujas desaparecieron sin llevar a cabo su propósito22.

En Huici, Martín Martirena Arraztio, 71 años. Casa Martinperenea. El 3 de noviembre de 1991.

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39. EL CHICO, LA BRUJA Y EL MOLINERO

El abuelo de mi informante, Antonio Errazquin, nació en Unanua-Ergoyena y se crió en Huici.

En cierta ocasión, era al anochecer cuando se dirigía con una yegua al molino de Lezaeta, para moler el maíz que llevaba.

Apenas dejado atrás el pueblo de Azpiroz se le presentó sorpresiva- mente una bruja, en forma de mujer despeinada y de aspecto desagradable.

El chico, que sabemos se llamaba Antonio Errazquin, se asustó y llegó al molino sin poder pronunciar palabra alguna y careciendo de arrestos para llamar a la puerta, cosa que, conocedora de la conducta observada en oca- siones similares, lo hizo la yegua con uno de sus brazos.

El molinero, nada más ver al chico, le dijo: Badakit zer gertatzen zaizun, bidean sorgin bat atera zaizu eta hark ikaratu zaitu. –Ya sé lo que te ocurre, en el camino te ha sorprendido una bruja y ella te ha asustado–.

El molinero dio cena y cama al chico, y al día siguiente le mandó con la harina a casa.

En Huici, Trinidad Recalde Errazquin, 80 años. Caserío Buztinea. El 10 de noviembre de 1991.

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40. BRUJA VESTIDA DE FRAILE

La hija de una casa próxima a la iglesia casó a un pueblo cercano, y con motivo de la celebración de las fiestas patronales visitaba su domicilio natal.

Llegaron las fiestas y la joven saludó a sus mayores, fiel a la costumbre apuntada.

Era de noche cuando la chica se asomó a la ventana para observar el tiempo que hacía, y estando así reparó en una figura parecida a un hombre que se movía en el aire, en todas las direcciones y continuamente.

En una de estas, este ente misterioso entró en la iglesia a través de una ventana. Al poco tiempo salió por donde se había introducido; pero lo hizo vestido de fraile, y en la forma señalada prosiguió la andadura por los aires. Al rato, y por la misma ventana que antes, se metió de nuevo en el templo. Esta vez permaneció dentro por espacio de mucho tiempo y salió por donde había entrado y en medio de un desagradable ventarrón se dirigió, por los aires siempre, a la parte baja del pueblo.

La joven no vio más a aquel fraile misterioso.

A la mañana siguiente la chica contó al padre lo que había contemplado. Entonces el padre le dijo que en el pueblo había una bruja y que ella sería la que después de moverse por los aires entraba y salía de la iglesia, ataviada de fraile.

En Amezketa, Joaquín Balerdi Saralegui, 59 años. Caserío Arretxe. El 12 de enero de 1992.

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41. EN BEDAIO, DOS BRUJAS EN LA FUENTE DE EDAR ITURRI

La mujer del caserío Bedaio Barrena dijo a su hija que al día siguiente por la mañana tenía que ir a aclarar la ropa a la fuente de Edar Iturri.

La chica se dirigió a la mentada fuente, que se halla dentro de los perte- necidos del caserío mentado, y según se aproximaba a Edar Iturri escuchaba cómo las brujas batían la ropa sobre una piedra, y estando ya cerca vio sor- presivamente a una anciana de alta estatura vestida con falda roja y tocada con pañuelo, junto a una joven que la contemplaba.

Ante esta visión la chica se asustó y volvió a casa. En casa la madre le preguntó qué le ocurría, y la hija le respondió que dos mujeres extrañas acla- raban la ropa en la fuente. La madre no dio crédito a lo que oía; mas no obs- tante le dijo a la hija que irían las dos a Edar Iturri y expulsarían a las personas desconocidas y misteriosas.

Madre e hija se trasladaron a la fuente, que la encontraron solitaria. Más tarde, la hija de Bedaio Barrena aclaró la ropa en la fuente y cuando volvía a su caserío las brujas le gritaron a sus espaldas diciendo: «Nosotras, en la próxima también estaremos aquí.»

A los quince días la chica fue una vez más a aclarar la ropa. Fue de miedo y antes de iniciar la labor se santiguó. En esta ocasión no observó nada extraño en la fuente de Edar Iturri27.

En Bedaio (barrio de Tolosa), Josefa Antonia Aguirrezabala Zabala, 66 años. Caserío Bedaio Bitarte. El 22 de enero de 1992.

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42. BRUJA TRANSFORMADA EN OVEJA

Un grupo de amigos se explayaba en la taberna acerca del fenómeno brujesco, varios apostaban por su existencia, que otros la negaban.

Se hizo de noche y uno de estos últimos se puso en camino a casa cuando, súbitamente, se le puso delante una oveja que le cerraba el paso. No podía avanzar, se movía de izquierda a derecha pero a la oveja la tenía siempre delante.

Cuando se convenció de la inutilidad de su empeño y en la seguridad de que en la oveja tenía a una bruja, mirándola a ella hizo una cruz con los dedos de las manos, y hacer el signo de la cruz y desaparecer la oveja fue todo uno.

El hombre que vivió esta experiencia no dudó más acerca de la existencia de las brujas29.

En Bedaio (barrio de Tolosa), José María Zabala Jauregi, 67 años. Caserío Jazku Goi- koa. El 26 de enero de 1992.

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43. LOS APUROS DE MARTIN MOTELA EN UNA CASA DE LAS BRUJAS

Un hombre conocido por el apodo de Martin Motela residía en el caserío Zugasti Goikoa de Bedaio, y era una noche cuando montado a caballo se movía por el monte y vio un poco de luz en la ventana de una casa.

Martin Motela se acercó a esta casa, llamó a la puerta y le acogieron en ella. Una vez dentro le llevaron a la cocina, donde tomó asiento en un banco. Pronto reparó en un gran recipiente expuesto al fuego, donde se cocían las manos de una criatura. Ante esta visión nada grata, el hombre pensó que a él no le esperaba nada bueno.

A Martin Motela le ataron una cuerda a uno de sus pies, le pusieron una sortija en un dedo y le mandaron a la cama.

En la cama pensó qué es lo que podía hacer en aquella desagradable situación, y lo que se le ocurrió fue retirar la cuerda que le habían puesto en uno de sus pies y ponérsela a un caballo de la cuadra. De esta manera que- daba libre para escapar; pero la sortija que llevaba en un dedo comenzó a repetir una y otra vez: Hemen duk, hemen duk! –¡Aquí viene, aquí viene!–.

Este mensaje alertó a las brujas de que el visitante se había escapado, y tiempo les faltó para salir con sus perros tras él.

Cuando Martin Motela advirtió que le perseguían las brujas con sus perros se subió a un árbol, se cortó el dedo de la sortija y lo tiró a un ria- chuelo. En el agua la sortija proseguía repitiendo: Hemen duk, hemen duk! –¡Aquí viene, aquí viene!– y las brujas, dirigiéndose a donde salía este men- saje delator se internaron en el riachuelo.

Martin Motela, a falta de un dedo alcanzó su casa y se sintió feliz por haber salvado la vida.

Una variante de esta leyenda la tenemos en La Odisea de Homero. Consultar también J. M. de Barandiaran.

En Bedaio (barrio de Tolosa), Josefa Antonia Aguirrezabala Zabala, 66 años. Caserío Bedaio Bitarte. El 9 de febrero de 1992.

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44. BRUJAS METAMORFOSEADAS EN CERDO

Mi informante me dice cómo sabe que cuando su abuela se encontraba de parto, mandó a su hijo mayor a avisar al médico. Y cuando se dirigía a cumplir con su cometido, numerosos cerdos se le ponían delante, impidién- dole el paso. El chico llevaba un palo, con el que, golpeando a los puercos, pretendía abrirse camino; mas los cerdos desaparecían súbitamente. Lo descrito se repitió en varias ocasiones.

Al comentar en casa lo sucedido, le respondieron que eran brujas en forma de cerdo las que le impedían el paso.

En el mismo Bedaio, Juan Zubeldia me cuenta que a una anciana de la vecindad le preguntaron a ver si anduvo en forma de cerdo, a lo que ella con- testó afirmativamente35.

Garmendia Larrañaga, Juan: Apariciones, brujas y gentiles: Mitos y leyendas de los vascos

45. EN EZCURRA, LA BRUJA TONTORGORRI

Los domingos por la noche, los padres de mis dos informantes se veían en la taberna del pueblo, y en una de aquellas ocasiones, a continuación de la ronda realizada por el alguacil, su conversación prosiguió al aire libre.

Estando así, una mujer conocida por el apodo Tontorgorri pasó junto a ellos, y a uno de los jóvenes –puesto que así eran a la sazón los reunidos –no se le ocurrió nada mejor que echarle una piedra pequeña, con lo cual ella se enfadó y se metió en casa.

Sin mucho esperar la Tontorgorri apareció en el balcón. Con las piernas abiertas, en la mano tenía una vela encendida y su mirada se dirigía al exterior, en dirección a quien la había provocado.

Al ser testigos de esto, los jóvenes comenzaron a apedrearla; pero ninguna piedra la alcanzaba. Los dos noctámbulos se asustaron y con el comentario de que «Aquí no hay nada bueno» tomaron el camino a sus casas respectivas. En su andadura tenían que pasar por un lodazal, donde se encontraron con un asno que lo quisieron atrapar; mas cuando intentaron llevar a cabo su propósito, el animal desapareció súbitamente. Los dos amigos llegaron azorados a sus casas, y para ellos no había duda que en el burro tenían a la Tontorgorri.

En Ezkurra, María Elizalde Mariezcurrena, 62 años, y Miguel Gastearena Escala, 72 años. Caserío Komenzanea. El 3 de marzo de 1992.

LA BRUJA TONTORGORRI AYUDA A PONER LA CARRETA RURAL EN LA POSICION DEBIDA

En el caserío Paskualena de Ezkurra se les volcó la carreta rural cuando la traían cargada de hierba.

El esfuerzo de dos hermanos del mentado caserío resultaba inútil para dejar el carro en la posición debida.

En esto se les presentó la bruja Tontorgorri con un fajo pequeño de astillas sobre la cabeza, y cuando contempló el infructuoso empeño de los aldeanos les dijo que aguardasen un poco, que ella les ayudaría. Dicho y hecho. Dejó en un rincón el haz de la cabeza, y con su colaboración resultó muy cómodo a los dos hermanos del caserío Paskualena dejar el carro en la posición normal. En la bruja Tontorgorri teníamos a una mujer muy delgada.

En Ezkurra, Fermín Apeztegia Telletxea, 62 años. Caserío Torrainea. El 13 de mayo de 1992.

COMO MATAR A LA BRUJA TONTORGORRI

Antes de morir, la bruja Tontorgorri, al igual que otras muchas, precisaba traspasar a otra persona su condición de bruja, y como no había llevado a cabo esta cesión, se hallaba sin poder morir.

La familia puso el caso en conocimiento del cura, y éste recomendó que metiesen hierba en la garganta de la bruja, y que ésta se ahogaría. Así murió la bruja Tontorgorri.

En Ezkurra, Fermín Apeztegia Telletxea, 62 años. Caserío Torrainea. El 13 de mayo de 1992.

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46. UNAS BRUJAS –DOS DE ELLAS EN FORMA DE BUEYES ROJOS– Y LA IGLESIA DE BEDAIO

En Bedaio contaban con una Virgen antigua; pero no tenían iglesia, y los vecinos de este barrio de Tolosa decidieron levantar un templo en el paraje conocido hoy por el nombre de Eskoletxe.

A este lugar llevaron a la Virgen; mas a eso de la media noche unas bru- jas con dos bueyes rojos –que eran asimismo brujas– que tiraban de una carreta rural, trasladaron a la Virgen al sitio donde se halla hoy la iglesia.

Cuando volvían, las brujas gritaban a la pareja de bueyes rojos/brujas: Aida gorri –Aida, rojo–.

En Bedaio (barrio de Tolosa), Juan Zubeldia Zubeldia, 78 años. El 27 de mayo de 1992.

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47. CASTIGO A UNA BRUJA QUE ROBABA

Una bruja se ponía delante de una criatura a la hora de la comida y le sustraía el alimento. La criatura se hallaba muy debilitada, y al comprobar lo que sucedía recurrieron en busca de remedio a donde un sacerdote.

El cura, después de escuchar lo que decían, les recomendó que acercasen una cuchara con aceite hirviendo a la boca de la criatura. Así lo hicieron, y fiel a su conducta apareció la bruja, cogió la cuchara y se quemó la boca. La bruja comenzó a gritar, lo cual hizo que se congregaran numerosas compañeras de su mundo brujesco, que a la herida le preguntaron por lo que le había ocurrido. La bruja que se había quemado la boca respondió que «Nada, a mí yo misma». Al escuchar esto, desaparecieron las restantes brujas.

En Ezkurra, Fermín Apezteguía Telletxea, 62 años. Caserío Torrainea. El 14 de junio de 1992.

Garmendia Larrañaga, Juan: Apariciones, brujas y gentiles: Mitos y leyendas de los vascosEusko Ikaskuntza, 2007