MARI

1. MARI Y EL SEÑOR DE BIZKAIA

La siguiente leyenda se encuentra recogida en el «Libro dos Linhagens», escrito por el conde Pedro de Barcellos en el siglo XVI.

Era don Diego López de Haro, señor de Bizkaia en el siglo XIV, un gran cazador, y siempre que podía salía en busca de algún jabalí o de algún otro animal salvaje de los que, en aquel entonces, abundaban en nuestros bosques y montes.

Un día en que se afanaba en la caza de una buena pieza, oyó cantar a una mujer en lo alto de una peña. La voz era tan bella que don Diego sintió unos enormes deseos de conocer a su dueña, y se dirigió hacia ella.

Nunca había visto una mujer tan hermosa. Era alta y esbelta, de piel blanca y ojos negros que contrastaban con el rubio dorado de sus cabellos, que casi llegaban hasta el suelo. Llevaba un vestido verde bordado con hilos de oro, y una cinta, también de oro, en la frente. Era tal su esplendor que don Diego se enamoró locamente de ella.

—¿Quién eres?—le preguntó.

—La señora de Anboto —respondió ella.

—Puesto que tú eres señora de Anboto y yo señor de Bizkaia, ¿quieres casarte conmigo?

La Dama aceptó, pero le hizo prometer que nunca, nunca haría la señal de la cruz en su presencia. Se casaron y tuvieron una hija, Urraka, y un hijo, Iñigo Gerra.

Pasaron los años y la felicidad reinaba en el castillo de don Diego López de Haro. Un día volvió de la caza el caballero trayendo consigo un enorme jabalí que los encargados de la cocina dispusieron para la cena. Estando toda la familia a la mesa, dos de los perros de la casa entraron en el comedor y empezaron a ladrar pidiendo parte del banquete. Uno era un gran perro alano, muy fiero, y el otro una perrita de aguas, mucho más pequeña. Don Diego, divertido, les lanzó una pata del jabalí y los dos perros se abalanzaron sobre ella, disputándosela. Ante el asombro de todos, la perrita mató al alano y escapó arrastrando la jugosa pata. Don Diego no pudo reprimirse e hizo la señal de la cruz, al tiempo que exclamaba:

—¡Dios mío! ¡Jamás había visto algo igual!

En aquel mismo instante, Mari cogió a su hija de la mano y ambas salieron volando por una de las ventanas. Nunca más se supo de ellas.

Pasaron de nuevo los años y, durante una guerra contra los castellanos, don Diego fue hecho prisionero y llevado a una fortaleza en Toledo. Iñigo Gerra pidió consejo a los suyos para liberar a su padre, pero nadie conocía el modo, hasta que un viejo de larga barba blanca abrió la boca.

—Iñigo, si quieres ayuda —le dijo—, ve a pedírsela a tu madre. Ella sabrá decirte lo que tienes que hacer.

Fue pues Iñigo al monte Anboto y vio a Mari encima de una peña.

—Iñigo Gerra, querido hijo —habló Mari—, ven hasta mí porque ya sé que vienes a preguntarme cómo sacar a tu padre de la prisión.

Mari lanzó un grito y apareció un hermoso caballo blanco ensillado.

—Este es Pardal —continuó diciendo la Dama—. Te lo doy. Con él ganarás batallas, pero nunca debes de quitarle la silla, ni siquiera darle de comer o beber. Hoy mismo te llevará a Toledo y os traerá de vuelta a casa.

En efecto, Iñigo montó el caballo y, al momento, se encontró en el patio de la fortaleza en donde estaba encerrado su padre, lo buscó, lo cogió de la mano, lo llevó hasta el caballo y ambos regresaron a Bizkaia sin que ningún soldado hiciera nada por detenerlos, puesto que se habían vuelto invisibles.

Desde aquel entonces, todas las entrañas de las vacas que se mataban en la casa del señor de Bizkaia eran colocadas sobre una peña como ofrenda a la Dama de Anboto. Y decían que, de no hacerlo, caería un mal sobre don Diego o sobre sus descendientes, como así ocurrió. Un tataranieto de don Diego dejó de hacer la ofrenda y perdió un ojo por no seguir la tradición .

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2. MARI DE TXINDOKI (I)

EN ABALZISKETA


Esta señora había sido hija de un caserío de Amézketa llamado Iradi. Faltoles cierto día una vaca roja. Mari fue encargada por su madre para que la buscara; pero ella no quiso hacerlo, porque era tarde y anochecía. Entonces su madre la maldijo, diciendo; “el diablo te lleve, si no la traes". La joven Mari salió a buscarla vaca. En el campo se le apareció el diablo en forma de vaca roja. Mari creyó que era la suya, y acercandose a ella, le agarró por la cola. Y la supuesta vaca, tomando una carrera precipitada, arrastró a Mari a la cueva de Txìndoki. que está en la peña de Larrunarri (Aralar).

Al entrar en la cueva Mari dijo estas palabras: "lrabi lrabi dan bilarten txango edo mangorik ezta paltako" (mientras Irabi sea Irabi no faltara (en casa) cojo o manco). En efecto, nunca desde entonces han dejado de cumplirse estas palabras.

Cuando la familia de Mari llegó a saber donde se hallaba la joven, se presentó delante de la cueva de Txindukì con un sacerdote para ver si podía librarla de aquella prisión, celebrando a su vista una misa; más por haberse olvidado el atril, no se pudo celebrar esta. Todos vieron a Mari dentro de la cueva y a su lado un perro rojo tendido en el suelo que era el diablo. Mari les dijo que se apartasen de allí, pues si perro despertaba perdería a todos. Se retiraron pues, y Mari quedose en la cueva para siempre.

Muchos la han visto delante de la cueva devanando hilo. También se traslada con alguna frecuencia de Txìndoki a Muru, o viceversa.

Cuando se halla en Txindoki no cae ningún pedrisco en Amézketa, ni en los pueblos circunuecinos; pero si, cuando se halla en Muru.


Relatada por José Francisco de Ipìntza, de Abalzisketa, en 1923.

3. MARI DE TXINDOKI (II)

Hacia ya siete años desde la última vez que Mari había estado en el monte Txindoki, lugar en donde poseía una hermosa morada que nadie había visitado, pero de la cual todo el mundo hablaba. Según los rumores, el interior de la cueva estaba recubierto de oro, y los muebles eran también de oro. La llegada de la Dama no pasó desapercibida porque se vio a un caballo volador cruzar el cielo, y a continuación comenzó a llover como no lo

había hecho en muchos años. Llovió durante varias semanas, pero, un día, amaneció despejado; únicamente la cumbre del monte Txindoki se hallaba envuelta en nubes blancas como retazos de gasa enganchados a las rocas.

—¡La Dama ha encendido el horno! —exclamaron satisfechos los habitantes de Amezketa.

Una mañana, una pastora de nombre Kattalin llevó su rebaño a pacer en las faldas del monte. El sol brillaba, la primavera empezaba a mostrarse tímidamente y la zagala se distrajo contemplando las flores y el vuelo de los pájaros. Al atardecer, pensó que ya era hora de regresar a casa, y comenzó a reunir las ovejas.

—Una, dos, tres..., diecisiete, dieciocho, diecinueve y... ¡Oh! ¡Falta una!

La pobre muchacha se puso a buscar la oveja perdida. Parecía imposible. Nunca había perdido ninguna. Pensó en el enfado del dueño de las ovejas. Las llamó una por una, volvió a contarlas, por si acaso se había equivocado, buscó y rebuscó, pero seguía faltándole una. Miró hacia los peñascos, arriba del monte. ¿Y si el animal había trepado hacia la cima?

Atemorizada, inició la ascensión. Mil veces había oído decir en el pueblo que era mejor no intentar subir al Txindoki mientras la Dama Mari estuviera en su casa; mil veces había oído contar cosas terribles sobre personas desaparecidas. Pero se fue tranquilizando a medida que ascendía. No parecía que hubiese nada extraordinario por allí, todo estaba tranquilo. Finalmente, oyó balar a su oveja.

—¡Ah! ¿Estás ahí, traviesa?

La pastora encontró a la oveja al retirar unas matas. Estaba a la entrada de una cueva, tumbada a los pies de una hermosa señora que hilaba en un rueca de oro. Kattalin se quedó boquiabierta. ¡Nunca había visto a una mujer tan hermosa como aquella señora, y tampoco había visto a nadie girar la rueca a tanta velocidad! Durante un buen rato, sus ojos siguieron hipnotizados el movimiento de las aquellas manos blancas y delicadas.

—¿Y bien? ¿Vas a estar ahí parada toda la vida?

La voz de la señora tenía el timbre de una campanilla de cristal. La pastora no respondió.

—¿Y bien? —preguntó de nuevo la señora—. ¿No sabes hablar? No tienes nada que temer. Mi nombre es Mari, y ésta es mi casa.

—Yo me llamo Kattalin —dijo la pastora, un poco sorprendida de su propia voz.

—¿Y tu familia?

—No tengo.

—¿Y las ovejas?

—No son mías.

La Dama la miró de arriba abajo y luego sonrió.

—Está bien, Kattalin; necesito que alguien me ayude con mi labor. Serás bien recompensada si te quedas conmigo, y algún día podrás tener tu propio rebaño.

Kattalin aceptó y se quedó con la Dama durante siete años. Mari la educó, le enseñó a hilar, a hacer pan, a diferenciar las propiedades maravillosas de las plantas, a conocer el lenguaje de los animales y muchas cosas más. Los años pasaron como un suspiro.

—Kattalin —le dijo un día la Dama—. Durante todo este tiempo te has portado muy bien y has aprendido todo lo que te he enseñado. Tengo que marcharme, pero prometí recompensarte, y aquí tienes mi regalo.

Diciendo esto, Mari le entregó un gran pedazo de carbón; después, desapareció envuelta en llamas. La joven miró el pedazo de carbón, bastante sorprendida.

—Extraño regalo éste... —se dijo, y salió de la cueva.

¡Cuál no fue su asombro cuando observó que el pedazo de carbón se convertía en oro!

Bajó corriendo la montaña y fue a Amezketa. En el pueblo hacía tiempo que la daban por desaparecida, y nadie la esperaba. Contó a todos lo que le había ocurrido y con el oro se compró una casa y un hermoso rebaño de ovejas.


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4. LA SEÑORA DE ANBOTO


La Señora de Anboto indica, en Supelegor, cómo echar a andar la rueda de la ferrería de Olarte.

Hicieron una ferrería en Olarte, debajo de Urigoiti. Hasta entonces, no había ni fábricas ni nada. Y como allí había mineral para hacer hierro o algo así, construyeron una ferrería.

En el lugar de la ferrería, colocaron una rueda descomunal, de madera, para hacer funcionar aquella.

Pero, cuando quisieron comenzar a trabajar y echar a andar la rueda, no pudieron. Y alguien les dijo:

- Si queréis echar a andar esa rueda, por si acaso, deberíais ir a hacerle una consulta a la Señora de Anboto.

Y como el dueño, seguramente un gran propietario, tenía miedo, envió un arrendatario.

Éste fue a la cueva de Supelegor, a donde la Señora de Anboto y dicen que ésta tenía junto a sí un ternero, tumbado, y que ella estaba hilando; dijo el arrendatario:

- Aquí estoy.

-¿Qué me traes? -le contestó.

- Vengo a consultar - le dijo -: Fulano, ese de Olarte, - sería un señor importante, el dueño - ha construido una ferrería y no puede hacer andar la rueda y alguien le ha dicho que consulte con la Señora de Anboto.

Ésta le contestó:

- Si queréis mover esa rueda, id a donde Fulano, Superior de tal convento, y él os dirá lo que tenéis que hacer. Porque esa rueda está sin bendecir - ¿acaso no se bendicen las fábricas y los automóviles y los barcos? - y la rueda no puede moverse porque un demonio la tiene retenida.

Y le dio a beber un vaso lleno de sidra.

Según una antigua creencia, en los pozos de los manantiales había serpientes peludas y a uno que bebió agua, con pelos y todo, se le formó luego una serpiente dentro y de allí vino luego la costumbre de decir “Jesús” en el momento de beber. Porque, si se dice “Jesús”, no se forma la serpiente.

Puede ser que sea verdad, ¿no? ...Se cuentan cosas así y ...

El otro bebió la sidra y, como tenía costumbre de decir “Jesús ”, lo hizo y dejó el vaso.

La Señora le dijo:

- Llévate el vaso, porque , si antes ya me hacía sufrir, ahora mucho más, al decir tú “Jesús” y bendecirlo.

Fueron a donde el Superior del convento y éste vino, se puso la estola, se revistió con sus ropas y comenzó a echar la bendición.

Y con un terrible ¡ tu-rru-mu-tu !, aquella enorme rueda de madera comenzó a dar vueltas.

Todos estaban aterrados y el Superior les decía: ¡ no os asustéis, no os asustéis, no os asustéis ... !

Dicen que, con un último estruendo, el demonio se marchó de allí y el Superior les dijo:

-¿Ya veis? Si la hubierais bendecido antes, en el momento de comenzar a trabajar, se habría movido bien. Pero, bueno, ahora ya podéis seguir, porque lo que la paralizaba antes era el demonio.

Puede ser que esas cosas sean verdad, ¿no? Mira, los que no quieran creerlo, allí tienen, en Olarte, los restos de la antigua ferrería, las piedras: que busquen su significado.

“Gorbeia inguruko Etno-Ipuin eta Esaundak”, de ETXEBARRIA, J. M. Bilbao, 1995.

5. LA MALDICIÓN DE LA MADRE

Una muchacha que se peinaba constantemente, a causa de la maldición de su madre, se ve obligada a vivir en las cuevas de Anboto y Gorbeia, alternativamente.

Dicen que estaba siempre peinándose y su madre le echó una maldición:

- Tendrás que ir a una cueva, tendrás que meterte en una cueva de Anboto y llevar allí la misma forma de vivir que ellos.

Ella se empeñó en ir y estuvo siete años allí y, entonces, su madre fue a visitarla; le preguntó qué comía y la otra le respondió que lo que se podía, por ejemplo, lagartos; después de quitarles la piel, tienen una carne muy buena y se asan en la parrilla, porque dicen que tenía allí una parrilla hecha por ella misma, en la que asaba y comía. Algunos le llevaban pan, trozos de pan y cosillas así, y allí estaba ....

- ¡Siempre aquí, no estás bien! - dicen que le decía su madre.

De nuevo le lanzó una maldición: dicen que quería que muriera, pero no en aquella cueva, si no en otra.

Y dicen que fue a Gorbeia y allí los pastores le ayudaban. Unos le llevaban queso, cuajada y suero para cuando tenía sed, cosas así.

Y estuvo en Gorbeia otros siete años, que dicen fueron años malos.

Luego su madre la visitó de nuevo, por lo de los años malos, y de nuevo la lanzó a Anboto con una maldición.

Y luego decían que anduvo así muchos años.

¡Ahora no sé si vive!

“Gorbeia inguruko Etno-Ipuin eta Esaundak”, de ETXEBARRIA, J. M. Bilbao, 1995.

6. MUNTXARAZ

Abadiño, Bizkaia

En el «Diccionario geográfico-histórico del Reino de Navarra, Señorío de Vizcaya y provincias de Álava y Guipúzcoa», editado por la Academia de la Historia (Madrid, 1802), al referirse a la localidad de Abadiano dice: “Entre las casas solares de esta anteiglesia se distingue la de Muntxaratz, cuyo dueño, Pedro Ruiz, casó con la infanta de Navarra, doña Urraca, según aparece en su testamento, fecha 2 de octubre de 1212”.

Según otras noticias recogidas por R. Mª deAzkue, doña Urraca, infanta de Nafarroa, estuvo casada a finales del siglo XII con el señor de Muntxaratz y, al morir éste, huyó, sin que se supiera adonde fue.

J. M. de Barandiaran recogió al respecto la siguiente leyenda.

En Bizkaia, en la población de Abadiño, se encuentra la casa-torre de Muntxaratz, que fue muy importante en la Edad Media.

El dueño de la torre de Muntxaratz, Pedro Ruiz, tuvo conocimiento de la siguiente proclama del rey de Nafarroa:

—Daré mi hija Urraca en casamiento a quien venza en lucha al negro que vive en mi corte.

Pedro Ruiz pensó que ya era hora de tomar esposa, y la posibilidad de que ésta fuera infanta de Nafarroa no le desagradó en absoluto. Cubierto con una armadura completa y montado en el mejor de sus caballos, salió hacia la corte seguido de algunos de sus mejores hombres, que llevaban sus armas y regalos para el rey y para la infanta.

Tardaron bastantes días en llegar, pero, en cuanto lo hicieron, el señor de Muntxaratz retó al negro del rey. El duelo causó una gran expectación, pues no había habido nadie lo suficientemente osado como para retar a aquel gigantón negro, cinco veces más fuerte que el más fuerte de los hombres.

La lucha fue feroz, pero el de Abadiño era astuto y también valeroso, y acabó derrotando al luchador real. Tal y como el rey había prometido, el vencedor se casó con la infanta.

Después de la boda y de los festejos, que duraron varias semanas, los recién casados emprendieron el camino de vuelta a la torre de Muntxaratz, en donde se establecieron definitivamente.

Tuvieron dos hijos: un varón, Ibon, y una hembra, Mariurraca. El chico era el mayor de los dos y, por lo tanto, a él le correspondía heredar la torre y las tierras.

Mariurraca, sin embargo, deseaba todo aquello para ella, y no podía evitar sentir un gran odio hacia su hermano, odio que iba aumentando a medida que los jóvenes crecían.

De acuerdo con una criada, Mariurraca trazó un plan para librarse de Ibon. Organizó una excursión al monte Anboto y llevó una cesta llena de manjares y buen vino. Entre risas y bromas, las dos mujeres consiguieron que Ibon comiera y bebiera mucho más de lo acostumbraba, de forma que, a la hora de la digestión, se quedó profundamente dormido.

Era el momento que la hermana y la criada esperaban; lo agarraron y lo arrojaron peñas abajo.

Las dos regresaron corriendo a la torre y, entre llantos y lamentos, contaron cómo el joven Ibon se había tropezado con una piedra y había rodado peñas abajo matándose.

El padre organizó una batida para buscar el cuerpo de su hijo, pero fue imposible hallarlo. El Señor de Muntxaratz y su mujer lloraron con dolor la pérdida de su heredero, pero se consolaron pensando que aún les quedaba una hija.

La joven asesina pensaba disfrutar de su futura herencia como única propietaria, pero aquella misma noche empezó a tener terribles pesadillas. Soñaba que veía caer a su hermano cientos y cientos de metros pero que, cuando el cuerpo llegaba al suelo, Ibon se levantaba y reía a carcajadas, luego comenzaba a trepar por las rocas en su busca... Entonces se despertaba, bañada en un sudor frío de muerte.

Poco a poco fue adelgazando y empalideciendo, hasta parecer ella misma una muerta.

Todos achacaban su rara enfermedad a la pena por la pérdida de su hermano y trataban de animarla para que se recuperase, hasta que, una noche, aparecieron en Muntxaratz los ximelgorrio genios diabólicos, que se la llevaron volando por los aires.

Dicen que Mari la castigó a vagar sin descanso por la Tierra para toda la eternidad por el crimen que había cometido.

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7. MARI DE AMEZKETA

LEYENDAS DE AMEZKETA (Relatadas par Ignacio Altuna en 1930)


"Mari era de una casa llamada Iraregi. Esta casa está debajo del Txindoki. En cierto día de fiesta Mari no quiso ir a misa y su madre le dijo; "Vamos a misa". "No voy" le contestó y no fue.

La madre le dijo: “Ahí te quedes". Para cuando vuelva de misa que el diablo del infierno te lleve.

Y cuando volvió la madre de misa, faltaba Mari. El diablo del infierno la había llevado a la sima del Txindoki.

Tiempo después. habiendo aparecido a sus familiares les dijo: "El diablo me tiene atada con una cadena, pero si vosotros hacéis lo que yo os indique, podré librarme. Mirad: aquellos rosarios bendecidos que hay en casa ponedlos encima del nogal del portal, vareadlo y llevad a Roma (las nueces).

Los familiares le dijeron que eso era una locura y nada hicieron.

En otra ocasión apareció también a sus familiares, y les encargó que hicieran un altarcito y que lo pusieran en aquella sima del Txìndoki.

Hicieron el altar, pero no le hicieron el pequeño hueco que delante suele tener, y por esto Mari no se libró ni se salvó.

Unas veces sale en fuego y llama, de aquella sima y se dirige hacia San Miguel. Se dice que tiene muchas Cosas de oro.

En una de las veces que fue alguien allí, le robó silenciosamente un vaso de oro; y después, al regresar a casa, metió la mano en el vaso y halló dentro un sapo."

“Nuestra madre vio como salió Mari de Txindoki.

Vivió en el molino, siendo pequeña. Una vez ciertos hombres trajeron para el molino un montón de sacos de maiz en un carro, y nuestra madre descargaba los sacos del carro sobre los hombros de los hombres.

Y, mientras volvían los hombres, como estuviera aguardándoles de noche, he aquí que ve salir de la sima de Txindoki una cosa en fuego y llamas y se oculta hacia el lado de San Miguel. Nuestra madre quedó asustada.

Después, cuando hubieron venido los hombres, les dijo lo que había visto. Ellos le contestaron que seria sin duda Mari.

En la sima donde ella entra todo se halla chamuscado."

8. MARI DE MURU

En un caserío de Beasain vivía un matrimonio con cinco criaturas. El hombre era buen cristiano, más la mujer era muy mala y no quería, de ningún modo, que los hijos fuesen bautizados. En cierta ocasión propusose el hombre conducir en un carro a la iglesia a todos sus hijos, con objeto de bautizarlos. Y así unció las vacas al carro, metió en este las criaturas, después sujeto a la mujer con cuerdas al armazón del carro, y partió con todos camino de la iglesia.

Al poco tiempo tomó fuego y llama (se pone ardiendo en llamas) la mujer, y quemando todas las cuerdas, alla va por el aire gritando: "Mis hijos para el cielo y yo ahora para Muru."

Como lo dijo, se dirigió hacia Muru y allí se oculté de la vista.

Desde entonces suele vivir en la sima de Murumendi. Algunos hasta han solido verla cerca de la sima, sentada al sol, peinando su cabellera.

(Relatado por doña María Antonia de Ayerbe, de Ataun).

9. LA DAMA DE PUTXERRI

Cuentan las leyendas de pastores que en la cueva cercana la cima del Putxerri habita desde hace muchísimos años una hermosa dama, y cuando el sol y la lluvia coinciden, peina su gran cabellera rubia con un peine de oro sentada junto a la caverna.

Es responsable de tormentas y vendavales, de lluvias y sequías; y puede adoptar la forma de diversos animales y fenómenos atmosféricos. Los que la han visto aseguran que, envuelta en una gigantesca bola de fuego, vuela por los aires de cumbre en cumbre hacia otras grutas.

Invita a los mozos más valerosos a entrar en su morada con ella. Dentro de la cueva existe un lago de gélidas aguas, que hay que cruzar para alcanzar el tesoro que se halla al otro lado. Para lograr tan valioso botín hay que tener el suficiente valor de no volver la vista atrás, de lo contrario jamás se regresa del interior de la gruta.

10. EL ORIGEN DE MARI

JM BARANDIARAN. EUSKO FOLKLORE 1955

MARIURRIKA

Un rey de Navarra dijo: “Yo le daré una hija mía en casamiento a quien venza en lucha a un negro de acá.”

Acudió, pues, el hombre de la casa de Abadiano llamada Muntzas y venció a ese negro. El rey le dió una hija suya, como lo había dicho, y esa hija del rey y ese hombre de Abadiano, casados, vinieron a vivir al Palacio de Abadiano, [sito] en el barrio de Muntzas. Tuvieron hijos e hijas: Ibon era el mayor y Mariurrika, llena de mimos, la menor.

Cierto día una criada y Mariurrika, concertadas, pensaron dar muerte a Ibon, porque [a éste] le tocaba la herencia. Y para ello fueron una vez a Amboto a pasar un día. Después que hubieron llegado, se sentaron para comer y cuando comían, le dieron a beber mucho vino a Ibon y le emborracharon.

Hallándose dormido por la embriaguez, la criada y Mariurrika le empujaron y precipitaron a Ibon peñas abajo y murió.

Después que volvió a casa Mariurrika dijo a su padre que Ibon había caído de la peña. Pero su conciencia le acusaba de que había obrado mal. Cuando llegó la noche, hallándose Mariurrika en la cocina, bajaron de la chimenea los diablos.

Muerta Mariurrika anda volando de Amboto a Oiz, en figura de llama de fuego.

Tiene Amboto una caverna —la cueva de Mari— y otra en Sarrimendi.

(Informe de S. Gastelu-iturri, natural de Abadiano. Año 1931).

LA HIJA MALDITA

En una casa vivían madre y una hija. La hija se ocupaba siempre en adornar su cuerpo descuidando las órdenes de la madre.

Cierto día dió a su madre una respuesta irrespetuosa y la madre, enojada, le lanzo esta maldición: "que no te reciban más el cielo ni la tierra”.

Por eso anda ahora siempre en los aires. En la caverna de Amboto reside de dia, hilando e hilando; pero no logra formar el hilo. De noche, saliendo de la caverna, lanzando chispas, se traslada a otros sitios.

(Informe de D. José Azcarate, de Marin. Año 1934).

11. MARIBURRIKA DE SARRIMENDI

Los de Andikona y los de Sarria siempre andaban reñidos a causa de las aguas.

Del monte Oiz bajaba un arroyo y los de Andikona le cerraban el camino de Sarria y conducían el agua a Andikona. Y los de Sarria cerraban el camino de Andikona y conducían el agua a Sarria.

Cierto día en que los de Andikona habían quitado el agua, el demonio se le apareció a la señora de Sarribeiti y le preguntó a ver qué le daría por que él enviara siempre el agua a Sarria. Y la señora le dijo que le daría su hija. Al oír esto, el demonio envió el agua a Sarria y reclamó la hija a la señora. Y la señora le dijo que la enviaría al prado que se halla junto a la caverna de Mariburrik de Sarrimendi a cuidar vacas y que [él] la secuestrara.

La hijita fuese a retirar las vacas y cuando hubo llamado “blanca, blanca“, Mariburrika salió de la caverna y arrebató la muchacha y la llevó a su guarida.

Junto a la casa Urizar exis- te una pequeña cueva —que dicen ser la terminación de la caverna de Mariburrika— y allí encontraron las prendas de la muchacha.

JM BARANDIARAN. EUSKO FOLKLORE 1955

(Informe de Juan Loizate, de Berriz. Año 1931).