HERENSUGE

'Dragón'

1. El Dragón de Arrasate

Son muchos los dragones que pueblan las simas de los montes de Euskal Herria. Todos ellos son terribles y peligrosos. Los hay de una, tres y siete cabezas; con alas y sin alas; casi todos echan fuego por la boca —o las bocas, cuando tienen varias—; algunos tienen forma de dragón, otros de enorme lagarto y otros son como serpientes gigantes. Su nombre en euskera es “herensuge”.

Según cuenta J. M. de Barandiaran, cuando el herensuge vivía en la sierra de Ahuski, atraía el ganado para alimentarse; cuando vivía en Aralar, en Muragain o en la Peña de Orduña, se alimentaba de carne humana.

Arrasate es una villa industrial de la comarca del Alto Deba, pero hace mucho tiempo era un pueblo pequeño cuyos habitantes se ocupaban de las tareas agrícolas y del ganado y también trabajaban el hierro que se extraía en las minas del monte Udala. Parecían felices y contentos, pero un gran peligro se cernía sobre la localidad. Una vez al año, la sima de un monte cercano crujía, temblaba, y de sus entrañas salía un monstruo terrible. Era un dragón feroz que echaba fuego por la boca, abrasando y aplastando bajo sus enormes patas todo lo que se ponía en su camino.

Los habitantes de Arrasate llevaban muchos años sufriendo esta aparición del herensuge, y habían llegado a una especie de pacto con la bestia. Cada vez que la sima empezaba a retumbar, se echaba a suertes entre las jóvenes solteras del pueblo y la elegida era conducida a la entrada de la sima. Nunca regresaba ninguna, pero, a cambio, el pueblo no sufría los ataques del monstruo durante todo un año.

En Arrasate vivía un herrero valeroso, que no temía a nada ni a nadie y cuya fuerza era conocida en toda la región. El herrero se había enamorado de una muchacha de ojos azules, y ella también le correspondía. Los dos hicieron planes y decidieron casarse.

Llegó el día de la boda. Todo estaba dispuesto: el joven vestido con unos calzones de terciopelo negro, faja y chaleco, camisa blanca, capa corta y sombrero de fieltro y la novia con falda de terciopelo verde oscuro, basquiña a juego, blusa bordada y el cabello con flores recién cortadas. Los dos del brazo, seguidos por sus parientes y amigos, se dirigían a la iglesia cuando un enorme estruendo hizo detenerse al cortejo. La pareja y sus invitados se miraron consternados y, sin mediar palabra, encaminaron sus pasos hacia la plaza, donde ya se habían reunido todos los habitantes de Arrasate.

El alcalde sorteó a las jóvenes y, ante el horror del herrero, la elegida fue su novia, que, por no estar aún casada, entraba también en la elección. Tuvieron que sujetarlo entre varios mientras otros conducían a la novia a la sima y regresaban corriendo a sus casas.

En cuanto lo soltaron, el herrero fue a su taller, cogió una barra de hierro con una punta afilada y la puso al fuego de la fragua. En pocos minutos, el hierro estaba al rojo vivo. El herrero subió a toda velocidad hasta la sima y llegó justo en el momento en el que el herensuge salía de la cueva y, relamiéndose, se dirigía hacia la joven que, petrificada por el terror, esperaba su fin. Dándole un fuerte empujón, el herrero retiró a su novia del camino del dragón y se enfrentó con él. El herensuge se quedó quieto durante un momento, extrañado de ver allí un hombre en lugar de una joven hermosa, pero, encolerizado por la intrusión, lanzó una gran llamarada contra él. El herrero, que estaba atento, dio un gran salto y, esquivando el chorro de fuego, clavó con todas sus fuerzas la barra en la garganta del monstruo, que se derrumbó sobre sus patas, provocando, con su caída, un temblor de tierra en toda la zona del Alto Deba.

El herrero y su novia regresaron a Arrasate entre las aclamaciones de sus vecinos, que al fin se veían libres de la amenaza, se casaron y tuvieron siete hijas que, gracias a su padre, crecieron sin temor a ser elegidas como ofrenda al herensuge.

Desde entonces, y como recuerdo de la proeza del herrero, aparece un dragón en el escudo de Arrasate.

Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria. Gipuzkoa.

2. El Dragón de Mondarrain

En el monte Mondarrain, cerca de Itsasu, en Lapurdi, hay una gran sima. No se sabe por qué medios, pero, para espanto de todos los habitantes de la zona, un día salió de ella una enorme serpiente con siete cabezas, a la que llamaron herensuge.

El monstruo les hizo saber que debían de entregarle una joven todos los años; de lo contrario, arrasaría los pueblos y no dejaría a nadie con vida.

Se reunieron, pues, los jefes de familia de la región y echaron a suertes para saber quién sería la joven que había de ser ofrecida al dragón, y la elegida fue la hija del rey. El rey tuvo que aceptar el sorteo, pero hizo saber que aquél que librase a su hija de tan horrible fin se casaría con ella.

Llegado el día, ataron a la joven a un árbol delante de la entrada de la sima, y muchos curiosos se subieron sobre otros árboles para ver bien el espectáculo, aunque no había ninguno en tierra para defenderla.

Un pastor que andaba por los alrededores con su rebaño y su perro se acercó a la joven y, al verla allí atada, le preguntó asombrado:

—Pero, ¿quién te ha atado a este árbol?

La hija del rey le contó lo que ocurría, y el pastor comenzó a desatarla cuando, de pronto, se oyeron unos horribles rugidos que salían del interior de la sima.

—Por favor... —suplicó la muchacha al pastor—, ¡vete! ¡vete! Si te quedas, el herensuge te matará a ti también.

Pero el joven no le hizo caso y siguió desatándola.

Un instante después apareció el dragón, y el pastor le dijo a su perro:

—¡Zesar! ¡Agárralo!

El perro se lanzó contra el herensuge y, tras una lucha feroz, acabó con él, dejándolo hecho pedazos. El pastor cortó las siete lenguas de las siete cabezas y también cortó un pedacito de cada una de las siete enaguas que llevaba puestas la hija del rey. Luego se marchó, mientras bajaban de los árboles los curiosos que se habían subido a ellos. Uno, más avispado que los demás, cortó las siete cabezas de la serpiente y las guardó en un saco. Después se presentó al rey, diciéndole que había sido él quien había dado muerte al terrible animal.

Tal y como había prometido, el rey ordenó que se organizaran los preparativos para la boda de su hija con su salvador.

La víspera de la ceremonia tuvo lugar un gran banquete. En la cabecera de la mesa estaban el rey, su hija y el supuesto héroe. También se presentó el pastor con su perro, pero había tanta gente que nadie se fijó en él.

Hacia el final de la comida, el pastor le dijo al perro:

—¡Zesar! ¡Tráeme el plato del rey!

El animal salió disparado, cogió el plato del rey y se lo llevó a su amo.

Todo el mundo se quedó muy sorprendido, y el rey, enfadado, ordenó a sus soldados que atraparan al perro que había osado robarle su plato, pero el pastor se levantó de su sitio y dijo en voz alta:

—Éste es mi perro, y ha sido él quien ha matado al dragón; por lo tanto, ¡soy yo quien debe de casarse con la hija del rey!

El alboroto que se organizó fue enorme. Cada cual daba su opinión, y los que más gritaban eran los amigos del novio, que esperaban recibir grandes favores de su nueva posición. Para acabar con la discusión, el supuesto héroe presentó las siete cabezas del dragón en una bandeja.

—Aquí están las cabezas del herensuge —dijo con una sonrisa de triunfo—, prueba de que he sido yo quien lo ha matado.

A lo que el pastor respondió:

—A esas cabezas les falta algo. —Y, sacando las lenguas de su zurrón, continuó diciendo—. He aquí las siete lenguas de esas siete cabezas. Las he tenido guardadas en siete trozos de las siete sayas de la hija del rey, que corté después de liberarla.

La princesa reconoció a su salvador, y el farsante tuvo que salir con la cabeza gacha. Nadie volvió a dirigirle la palabra. La hija del rey se casó entonces con el pastor.

No es necesario añadir que fueron muy felices y que nunca más apareció un herensuge en aquella región.

Toti Martínez de Lezea. LEYENDAS DE EUSKAL HERRIA

3. Teodosio de Goñi

Teodosio de Goñi fue un caballero que vivió en el valle de Goñi, al principio de la Edad Media entre finales de siglo VI y principios del VII, fue buruzagia (jefe, en euskera) de la comarca.

El personaje de Teodosio de Goñi está ubicado entre la historia y la leyenda, fue el fundador del Santuario de San Miguel de Aralar. Siendo su existencia cierta, es el origen de su fundación el que toma carácter mítico por una leyenda que debió tener lugar en entorno al año 707 y en ella aparecen personajes mitológicos. En el santuario de San Miguel de Aralar, todavía se pueden ver las cadenas que supuestamente llevó Teodosio de Goñi.

En Navarra, en el año 707, vivía en el valle de Goñi, un caballero llamado Teodosio, casado con Constanza de Butrón.

Poco después de casarse, Teodosio tuvo que abandonar su casa para dirigir la lucha contra los árabes. Constanza quedó sola en su palacio con los padres de Teodosio, a los que tuvo la deferencia de hacerles dormir en la habitación señorial, pasando ella a otra más pequeña.

Cuando Teodosio volvía victorioso a su castillo, se le apareció el diablo disfrazado de Basajaun (Señor de los Bosques), que le hizo creer que su mujer le engañaba con un criado.

Teodosio, fuera de sí, se lanza a galope hacia su casa. Al amanecer penetra en su palacio y se dirige decidido y enfurecido a su habitación matrimonial con la daga desenvainada. Entra en la alcoba y apuñala retiradamente a las dos personas que dormían en su lecho, convencido de que eran su esposa y el amante de ésta.

Creyendo haber vengado el agravio, sale de casa y, sobrecogido, se encuentra con su esposa que salía entonces de misa. Aterrado, conoce que quienes dormían en su cama y a quienes había asesinado eran sus padres. Atemorizado por el crimen, va a Pamplona a pedir perdón al Obispo, quien, horrorizado, le envía a Roma para que sea le propio Papa quien le absuelva de su pecado. Teodosio, arrepentido, va de peregrino a Roma y el Papa le dicta como penitencia a vagar por las tierras de Aralar con unas pesadas cadenas atadas a la cintura, hasta que el desgaste acabara por desprender a Teodosio de las cadenas. Esto sería el signo inequívoco del perdón divino.

Cuenta la leyenda de la existencia de un dragón (Herensuge) que vivía en una de las numerosas cuevas de la sierra de Aralar. Éste, solía atacar a los pastores y aldeanos de las cercanías y los habitantes de Larraún, decidieron ofrecer una persona al año al dragón, para que éste no atacara los demás. Teodosio, vagando por Aralar, encontró al desafortunado, y ofreció su desgraciada vida para salvar la de aquella persona.

Aquella noche, en medio de una inmensa tormenta, Teodosio escucho unos espantosos estruendos dentro de la cueva, y allí apareció Herensuge amenazando con devorarlo. Teodosio, indefenso, cayo de rodillas e imploró la protección de San Miguel, exclamando ¡San Miguel me valga!.

En aquel momento, entre gran estrépito, apareció el Arcángel, quien mostrando la cruz sobre su cabeza venció y mató al dragón al grito de ¡Quién como Dios! ¡Nor Jaungoikoa bezala!

En aquel mismo momento, Teodosio quedó libre de las cadenas, perdonado por Dios, que le dio una reliquia.

Ya libre volvió a su casa de Goñi donde le esperaba su esposa. Y ambos, agradecidos a Dios, erigieron un santuario al Arcángel en lo alto de Aralar, al que llamaron San Miguel in Excelsis.

https://es.wikipedia.org

MÁS INFORMACIÓN

4. LA BRUJA, EL DIABLO Y EL DRAGÓN EN ARALAR

Se dice que el diablo tenia una casa solitaria en Aralar, donde encerraba a sus prisioneros. Entre los que figuraba este héroe anónimo. En cierta ocasión, se despertó de noche con la algarabía de unas fieras que se disputaban la carne de un burro muerto. intervino el joven y les repartió la presa en porciones adecuadas. Agradecidos los animales. correspondieron a este gesto transmitiéndole cada uno sus propias cualidades.

Interviene, entonces, una bruja que desempeña el papel de doméstica del diablo. El prisionero sorprende una conversación de alcoba que se desarrolla en estos términos:

La vieja bruja le estaba mirando la cabeza al diablo, y le preguntó:

-Señor, ¿cuándo vas a morir?

-Yo, nunca -le respondió- Para que yo muera tienen que matar primero al Dragón de Aralar. abrirle el vientre y saldrá corriendo una liebre. Ea preciso darle alcance, matarla y abrirle las vísceras. Saldrá volando una paloma. Cazaría, a su vez, y darle muerte. Lleva un huevo dentro. Moriré cuando me golpeen la frente con ese huevo. ¿Quién hará eso? Nadie.

El joven escuchó la confidencia y fue a Aralar. Cada día devoraba el Dragón a una persona, y le tocaba el turno a Ia muchacha.

-¿Qué haces aquí? -Ie preguntó el chico.

-Estoy esperando al Dragón.

-Quítate -le dijo e! mozo- y me pondré yo.

Esperó el muchacho y salió de la cueva el dragón.

- ¡Dios y león! - dijo el. Y se convirtió en león.

Se entabló la lucha y, asustado, el Dragón se retiró a la cueva. Pero tenía hambre y volvió a salir, y el chico lo mató. Le abrió el vientre y salió corriendo la liebre.

-¡Dios y galgo! -exclamó el chico.

Convertido en galgo, alcanzó a la liebre, le dio muerte y abriendo su interior, Salió volando una paloma.

Apresó a la paloma, le dio muerte, abrió sus entrañas y recogió el huevo que había dentro. Dijo finalmente:

-¡Dios y hombre!

Marchó con el huevo a la casa del diablo que estaba muy enfermo.

-¿Que te pasa, mi señor? -le preguntó la vieja bruja.

-Han matado al Dragón -le respondió.

En ese momento llegó el muchacho. y el diablo exclamó:

-iÉse, ése ha matado al dragón! ¡Ese me va a matar a mi!

Efectivamente, le golpeó con el huevo en la frente y murió el diablo.

5. GASTÓN DE BELZUNTZE

Belzuntze, Lapurdi

Esta leyenda trata de la lucha a muerte entre un joven y un dragón que asolaba la región de Lapurdi en el siglo XIV.

En los relatos de Iparralde abundan las leyendas de dragones. La historia de Gastón de Belzuntze es muy popular, y de ella existen varias versiones. La presentada en aquí fue recogida por Agustín Chaho, periodista, historiador y filólogo nacido en 1810 en Tardets (Zuberoa) y amigo personal del vizconde Charles de Belzuntze, quien fue sequramente su informador.

Hace unos cuantos siglos, un gallo puso un huevo y lo escondió en un estercolero cerca de Hirubi, en Lapurdi. Al cabo de siete años, de ese mismo huevo nació una serpiente. Siete años después, la serpiente había crecido cien veces cien su tamaño; tenía tres cabezas, a cual más espantosa, y por sus tres bocas lanzaba sin cesar chorros de fuego. De su lomo salían dos alas que le permitían sobrevolar toda la región, sembrando el terror entre los habitantes de las orillas del río Errobi, también conocido como río Nive, y con las uñas de sus enormes patas podía destrozar cualquier animal en pocos segundos.

Gastón Armand era el nieto del alcalde de Baiona, Antoine de Belzuntze. Tenía 19 años y ardía de impaciencia por correr una gran aventura que le hiciese merecedor de las armas de sus antepasados y de que su retrato colgase en el salón del castillo, al lado de todos los Belzuntze que habían llevado el nombre de la familia en las gestas más importantes de la historia de Europa.

Un día se extendió el rumor de que el dragón de Hirubi, del cual nada se sabía desde hacía siete veces siete años, había salido de su cueva y estaba destruyendo todo lo que encontraba en su camino, casas, campos y seres vivos.

Cientos de personas se dirigieron a Baiona con ánimo de guarecerse dentro de sus murallas, y el alcalde puso todos los medios a su alcance para hacer frente a la bestia en caso de que se presentase allí.

Gastón estaba muy excitado; iba de unos a otros haciendo preguntas. Quería saber cómo era el monstruo, quién lo había visto, si era tan grande como decían, si echaba fuego por la boca o sólo humo... Cuando hubo obtenido respuesta a todas sus preguntas, fue a donde su abuelo.

—¡Señor! ¡Ésta es mi oportunidad! ¡Deja que vaya en busca del dragón y lo mate!

—¿Estás loco? —replicó el abuelo— ¡Te quedarás aquí, como todo el mundo! ¡Sólo me falta tener una preocupación más!

Gastón calló, pero, decidido como estaba a luchar contra el monstruo, preparó sus armas y algo de comida y, seguido por su escudero, salió del castillo durante la noche y se dirigió a la guarida del dragón.

El escudero temblaba de miedo mientras Gastón soñaba que arrastraba al dragón hasta los muros de la ciudad, que su padre le recibía con lágrimas en los ojos y le regalaba la espada de su tatarabuelo Txikon, presente en la jura del fuero por Ricardo Corazón de León, que todo el mundo lo aclamaba... Un ruido espantoso le hizo volver a la realidad.

Estaban delante de la entrada de la cueva del dragón. El escudero dio media vuelta y salió corriendo. Gastón, sin embargo, se acercó a la entrada y gritó con fuerza:

—¿Estás ahí?

Le respondió un rugido todavía más fuerte que el anterior.

—Pues si estás, ¡sal! ¡Aquí te espero!

AI poco, el dragón salió de la cueva. Era tan enorme y amenazador que Gastón dio unos pasos hacia atrás. Luego, reponiéndose, avanzó de nuevo hacia la fiera.

Durante unos segundos los dos se observaron con atención: Gastón, tratando de medir la potencia del animal, y éste, sorprendido por la presencia de un ser diminuto que se atrevía a hacerle frente. El dragón no esperó mucho, lanzó un chorretón de fuego por cada una de sus tres bocas y, poniéndose de pie sobre sus patas traseras, se abalanzó sobre el joven. Gastón sujetó la lanza que llevaba en la mano, la levantó por encima de su cabeza, esperó a que el monstruo estuviese encima de él y se la clavó con todas sus fuerzas en el corazón. El dragón detuvo su marcha, sus ojos expresaron algo parecido a la sorpresa, lanzó un rugido que se escuchó en Baiona y se desplomó.

Gastón no tuvo tiempo de retirarse. El dragón lo arrastró consigo y juntos rodaron por la montaña abajó y fueron a caer en el Errobi.

El señor de Belzuntze supo por el escudero que su nieto había ido a la guarida del dragón, mandó apalear al escudero por no haberse quedado junto al muchacho y, sin pérdida de tiempo, salió con unos cuantos hombres en su búsqueda. Hallaron los dos cuerpos en el río. Ordenó que cortaran la cabeza del monstruo para mostrarla por todas las poblaciones de Lapurdi, enterró a Gastón Armand con la espada de su tatarabuelo Txikon y colgó su retrato en la galería de los antepasados, famosos por su valor.

Desde entonces, y en recuerdo de su hazaña, una serpiente de tres cabezas adorna el escudo de la familia Belzuntze.


Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria