JENTIL

'no creyente'

1. EL GENTIL VANIDOSO

En cierto tiempo vivía en Jentilbaratza un gentil muy fuerte: dominaba a todos los demás gentiles.

Pasaba su tiempo dando vueltas de Jentilbaratza a Leizadi y de Leizadi a Jentilbaratza. Y cierto día se le ocurrió bajar donde los cristianos para comprobar si había algún hombre con quien pelear.

Se dirigió hacia Lazkao y en el camino se encontró con un muchacho de catorce años. Le preguntó si él era un hombre. "Aún no soy hombre, soy demasiado joven" le respondió el muchacho.

Tras pasar Lazkao se encontró con un anciano en el camino hacia Senpere y le preguntó también si él era un hombre. El anciano le respondió que él ya estaba de vuelta pero que en la ferrería de Beasain encontraría hombres hechos y derechos.

El gentil se dirigió directamente a la ferrería de Beasain y preguntó si había hombres allí. Y salió un cristiano herrero. Y entonces el gentil le dijo: "Si hay algún hombre capaz de doblarme la zarpa, que salga".

El herrero respondió que sí, "espera a que salga yo con dos dedos". Así, cogió al gentil con unas tenazas enrojecidas en el fuego y le cortó la nariz.

El gentil regresó a Jentilbaratza gritando y sus amigos le preguntaron sobre qué le había pasado. "Los cristianos tienen malas artes", respondió. Y desde entonces los gentiles temen a los cristianos.

JM Barandiaran

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2. LOS JENTILES Y EL PASTOR DE OROZKO

Una vez (los gentiles) cogieron a un pastor de Orozko y se lo llevaron dentro, a la chabola, donde tenían tres o cuatro ovejas. En la chabola habían hecho fuego y tenían el asador a calentar, porque antiguamente, antes de meter la carne, se calentaba el asador, por si acaso tenía alguna cosa mala,

contagiosa.

El gentil se durmió y, en ese momento, como (el gentil) era tuerto, el de Orozko le metió el asador por (el ojo de) la nuca.

El gentil intentaba cogerle y el otro no podía escapar, porque tenía puesta en la puerta una piedra de cincuenta arrobas.

De vez en cuando, las ovejas querían salir y él (el gentil) las levantaba al aire con las manos y las lanzaba lejos.

En una de éstas, el hombre se metió dentro de una piel de oveja y (el gentil) fue, le cogió y le lanzó, de forma que quedó paralizado, colgado de un haya, más abajo, apresado durante dos o tres días y en puro grito.

Las gentes de Orozko temían ir por allí.

(Narración oral transcrita bajo el título “Jentilak eta pastorea Orozkon”

“Gorbeia inguruko Etno-Ipuin eta Esaundak”, de ETXEBARRIA, J. M. Bilbao, 1995.

3. JENTILES Y EL PASTOR EN SUPELEGOR

Un gentil enriquece a un pastor de Arkotxa, Urigoiti, en Supelegor

Un pastor de Urigoiti fue a la cueva de Supelegor y entró en ella. Avanzó y, en una de esas, encontró una carbonera encendida y un gentil a su lado, cuidándola, y éste le dijo al pastor:

- ¡Sal de aquí, el amo está durmiendo!

El pastor no le hizo caso. De nuevo le dice el otro:

- ¡Sal de aquí; toma e s t e palo medio quemado y marcha de aquí!

El pastor le responde:

- ¡Nuestro padre también prepara tizones como éste.

Y salió fuera. Pero al ver que el tizón era de oro, volvió a entrar en la cueva y le dijo al gentil:

- ¡Dame otro!

El gentil le repitió:

- Sal de aquí porque el amo está durmiendo; coge otro tizón y marcha de aquí. ¡En la casa de Arkotxa no faltarán locos!

Y allí siempre hay un tronco de esos.

“Gorbeia inguruko Etno-Ipuin eta Esaundak”, de ETXEBARRIA, J. M. Bilbao, 1995.

4. EL FIN DE LOS GENTILES

VERSIÓN I

Dicen que viviendo los gentiles en una cueva de Leizai (Ataun), apareció en el cielo una estrella de singular hermosura. Al verla, se asustaron los gentiles, y andaban inquiriendo lo que iba a acontecer en el mundo. En cierta ocasión sacaron del interior de su cueva a un anciano medio ciego, abriéronle los párpados con una pala de hornos, lo pusieron mirando al cielo, pensando que él conocería qué significaba la estrella. En cuanto la vio, exclamó: “¡Ah, niños míos! ha nacido el Kixmi, ahora somos perdidos. Lanzadme por este precipicio”. Los gentiles llamaban Kixmi a Jesucristo, y dicen que Kixmi significa mono. Como lo dijo, precipitáronle por los peñascales abajo, y así murió el anciano gentil. Después, al empezar a difundirse el cristianismo por el mundo, los gentiles se desparramaron y se perdieron luego.

VERSIÓN II

Unos Jentiles se encontraban jugando en una colina de la sierra de Aralar cuando vieron acercarse desde el este una resplandeciente nube blanca. Les entró el pánico y acudieron a un anciano sabio. Cuando éste vio la nube brillante les habló así: ‘Ha nacido Kixmi, nuestra raza llega a su fin, lanzadme al barranco’. Los Jentiles despeñaron al anciano y empezaron a correr hacia el oeste huyendo de la nube blanca. Cuando llegaron al valle de Arraztaran se escondieron todos debajo de una gran piedra. Desde entonces a esa gran piedra se le llama Jentillarri ‘piedra del Jentil’ y, según la creencia popular, es la tumba de los últimos Jentiles. En realidad esta gran piedra es un monumento prehistórico, un dolmen.

VERSIÓN III

La versión de Oiartzun dice así: Dicen que los Mairus vivían en las cuevas. Entonces, sin duda, no se veían nubes; mas he aquí que una vez aparece en el cielo una hermosa nube, y todos quedaron maravillados. Tenían un abuelo muy anciano, ciego ya hacía tiempo. Pensando que este sabría qué significaba la nube, sacáronle del rincón de la cueva en que se hallaba, a la luz del zaguán. Como estaba ciego, abriéronle los ojos con horquillas de haya, que ex profeso habían hecho en el bosque. El anciano abuelo al ver la nube dijo: “jóvenes, ha pasado nuestro tiempo: Jesús ha nacido al mundo y nosotros somos perdidos”. Al decir esto, todos encogidos mentiéronse en la cueva y se acabó: nunca más volvieron a salir. Por eso cuando caíamos al suelo al tropezar con algo, nos decía el abuelo: “habrá que abriros los ojos con horquillas de haya como al moro?”

VERSIÓN IV

Otra variante recogida en Segura es esta: Cuentan que antes de la venida de N.S. Jesucristo vivían los gentiles en el collado de Balenkaleku. Entonces no llovía no se veían nubes en el cielo. Cuando allá en lontananza apareció la primera nube, se asustaron todos. Había entre ellos un anciano de cuatrocientos años que vivía retirado en su cabaña. Sacáronle de allí para que observase el extraño fenómeno; mas él no lo veía porque no podía abrir los ojos. Entonces los suyos, separáronle los párpados con unas palancas. Cuando el anciano vio la nube dijo: ”Será perdida nuestra raza”. En efecto, desde entonces se propagó por todo el país el cristianismo y desaparecieron los gentiles. Dicen que el nombre de Balenkaleku procede de haberse hecho uso de palancas para abrir los párpados del anciano gentil.

JM Barandiaran